A mi no me cortan las venas porque no le pongo a nadie mis
arterias a tiro, faltaría mas, que para algo uno ha sido
infante de la milicia por tierras lorquíes, secas y ásperas
como las manos del viejo labrador (ahora más profundas que
nunca, lástima), además de cazador de patirrojas a pinrel,
pateador de rastrojeras punzantes como púas tratando de
levantar la escurridiza codorniz africana, conteniendo el
aliento en el aguardo al corzo, venteando sin hacer ascos la
tufarada del astuto zorro que sigiloso rompe por la trocha
en el monte, cuyo pausado caminar suele preceder la entrada
rítmica del jabalí, y ¡Pum..! restalla el eco de la
explosión del tiro certero que arrastra el latido del
corazón. Faltaría mas.
Viene esto a cuento, lo de las venas no la parrafada
cinegética, por la penúltima de la Madariaga en que aventa
una tal vez justificada y angustiosa duda acerca del
ostracismo hiriente de la otra gran pluma del periódico, de
cuyo silencio también me hago partícipe porque estoy un
tanto perplejo ante la falta de noticias de mi admirado
periodista Manuel de la Torre, al que chungo no le encuentro
pues dada mi discreta cercanía a él lo veo corriendo día
tras día por la acera del Ramix-30 con dirección a Benitez,
no sé si en busca de la brisa suave de la albada o quizá
también en un intento nato de vencer al astro rey antes de
iluminar éste la orilla del Atlántico.
Sea como fuere, el silencio como la distancia mata, tan
cerca tan lejos, la verdad uno se acostumbra a leer, releer,
cortar del periódico manoseado algunas, muchas, columnas del
maestro para deleite propio (¿Recuerdan ustedes el magistral
artículo sobre la anatomía de la diputada ceutí? ¿Qué no?
¡Pues vaya!) y claro, acaba uno como sin oxigeno, sin
gasolina para la máquina, sin horizonte ni mañana por
descubrir.
Nada hay más confortador que llegar a casa y tirarse a la
bartola –entiéndase como gesto de holganza no de echarle
bríos a la cosa amatoria, que conste para los torticeros/as
-, tras acomodarse uno en el rincón del mullido sofá y
quitarle protagonismo al sesteo, venga que te venga a
desgranar las hojas aun frescas del diario ceutí, para mí
que el más leído con diferencia, sonriendo para sí,
enarbolando una discreta sonrisa de aceptación tras
deleitarse al gusto de una crónica cualquiera exponiendo
análisis objetivos de cuanto está acaeciendo en este país
antes llamado España, que bien pudiera venir de la excelente
pluma de Jáuregui, Córcoba, la Zarzalejos, el Aberasturi, o
mi paisano Antonio Pérez Henares “Chani”, entre otros,
aunque también y como no podía ser menos, de los articulos
de “plumillas” locales de tronío, Madariaga en superlativo
siempre y ascendente como el humo de la hoguera de San Juan,
que el cielo osa tocar, y de mi admirado periodista de la
Torre, pluma de oro.
Ya digo, andaba uno un tanto escocido por la ausencia un
tanto extraña, como si por arte de birlibirloque se tratara,
de no ver en “El Oasis” de contraportada la firma de D.
Manuel, o su “Miscelánea semanal” dominical. Dos armas tengo
para combatir la canicula del verano: una es espatarrarme
tras la regeneradora ducha y la otra es dejarme seducir con
la pluma de este Quevedo que lo es De La Torre para mí.
Bendita vecindad que tiene uno. Al susodicho gran escritor
se le une en la proximidad vertical Paco León, pintor de
cuadros al óleo, al carbón o lo que guste prodigarse.
Cierto es que ambos se ufanan con la compañía de dos
animalejos, dicho sea con el cariño con que cualquier
cazador ama su perro de caza, que viene a ser lo mismo,
éstos son igualmente discretos en su deambular urbano si
bien dejan un rastro visible y olfativo de su paso por los
rincones de la popular barriada. Pesar que no lo es tanto no
ya por el pedigrí de los perros, uno me parece un labrador
macho, el otro una inquieta y vigorosa podenca de nombre
“Nala” que parece estar en celo eternamente ¿será cosa del
entorno?; sino porque con su quiebros y requiebros junto a
sus amos, a veces creo que quieren ponerles hasta
zancadillas no sé con qué travieso objetivo, nos trasmiten a
los ojos su jovialidad y alegría por doquier.
No sé ni quiero saber el por qué de la pluma rota de D.
Manuel ¿Vacaciones? ¿Hartazgo? ¿Jubilación anticipada? A él,
como a tanta otra gente de recto proceder, puede que le
queme el devenir de la sociedad, quizás asqueado por el
ascendente mérito de la mediocridad política, el olor
nauseabundo del interés por el vil metal, la parcela del
poder, la huida de la humanidad. Hay tantas y a cual más
inconfesable...
Pese a todo me arrogo en un sincero deseo personal de
retarlo a que siga compitiendo en figurado duelo medieval a
rebufo de la bala tintorera de la escribanía inmortal con la
magistral Dª Nuria, claro está si es que ella ha dado cuenta
ya, ahora que se marchita el Ramadán, de un sabroso cuenco
de “harera” en el Tarajal. Ándele y vuelva al cotarro amigo
mio. Faltaría mas.
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