Buenos días, Ceuta.
Nos vamos recuperando lentamente, mi cuñada y yo, de las
lesiones ocasionadas por la imprudencia de otras personas.
Las mías por culpa de un autocar que no respetó el ‘stop’ y
me mandó al duro asfalto pedregoso de la rotonda,
destrozando parte de la moto. Las de mi cuñada por culpa de
una curva cerrada, tan cerrada que la hizo tropezar con el
bordillo al cruzársele una persona por sitio indebido y
¡cataplum! al suelo con su pequeño ciclomotor.
Menos mal que la policía local estaba allí y sacaron pruebas
concluyentes.
Bueno, de estos incidentes –accidentes- sacamos serias
conclusiones… de los médicos que nos cuidaron.
Quisieron probar nuevas medicinas, advirtiéndolo
previamente, que curaban rápidamente las heridas.
Obviamente, me negué rotundamente y pedí me curaran con el
estilo habitual.
No era para menos si leemos ahora las noticias que producen
fuertes temblores del cuerpo, traducidos en escalofríos
sublimes.
La noticia del descubrimiento de un grupo de científicos
estadounidenses que realizaron pruebas en Guatemala, viene a
darme la razón cuando escribí sobre el sida y otras
enfermedades mortales en uno de mis artículos publicado años
atrás.
Hacer pruebas con personas para encontrar soluciones a sus
problemas sanitarios debe y debería ser considerado como un
crimen de lesa humanidad.
La frialdad de los científicos viene retratada, claramente,
en la serie televisiva ‘Bones’, en la persona de la doctora
Brennan “Huesos”, aunque sea antropóloga. La falta de
sentimientos los convierten en perfectas imágenes a
semejanza del doctor Mengele.
Infectar a miles de personas con la sífilis y la gonorrea,
como hicieron en Guatemala, es exactamente lo mismo que
hicieron con el VIH en poblaciones africanas. Lo afirmo y lo
ratifico.
Tanto el sida como las nuevas enfermedades mortales son
inventos de la mente humana, no son castigo de las manos
divinas porque estas no existen ni existieron jamás.
La inoculación intencional de virus, con el único fin de
sacar fortunas posteriormente con la venta de remedios, debe
estar totalmente prohibida o perseguida más bien.
La mente estadounidense va unida, realmente, a las ideas que
promueven la meca del cine desde Hollywood.
Los lagartos televisivos, que representan a los invasores
del planeta, atrapando a humanos para hacer experimentos en
sus naves… ya tienen rostros en la realidad: los científicos
que juegan con la carne y la sangre humana como si tal cosa.
Lo malo, lo risible, lo ridículo de todo esto es que ahora
el gobierno de los EE.UU pretendan sacarse el muerto, o los
miles de muertos, de encima asegurando que aquellos
científicos trabajaron fuera de la ley.
Mentira, gorda mentira. Más cuando lo hace en un país
extranjero (Guatemala) llevando los materiales necesarios
para las pruebas… ¿por qué no lo hicieron en su propio
país?, porque el propio gobierno estadounidense lo prohibió
y sí permitió que lo hicieran con unos pobres guatemaltecos
que no entendían el inglés norteamericano ni conocían la
sífilis ni la gonorrea.
El afán de las grandes industrias farmacéuticas, por
conseguir niveles de beneficios muy grandes, viene traducido
en la creación de nuevas enfermedades con las que seguir
ganando dinero a costa de ir perdiendo vidas temporalmente.
Mientras realizan sus experimentos.
La ética del Código de Hipócrates lo dice todo.
Yo mismo casi viví una experiencia así.
Por suerte mi padre, mi formidable y magnífico padre, no
aceptó someterme a ciertas pruebas. Tenía yo dos años y
entonces era famoso el doctor Antoli-Candela.
En fin. La vida sigue, yo también.
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