Te pones a pensar en un semáforo,
tomándote el café o en un descanso de un ejercicio de pesas
y te vienen a la memoria pasajes de tu vida, en que no
tenías derecho a quejarte, era el sistema.
La atmósfera en la que estaba envuelta todo y lo comparas
con hoy en día, y todo el mundo tiene derecho al pataleo,
derecho de pernada y derecho para quejarse de todo. Hoy el
robar es un derecho, más vale que dejemos los coches y
casas abiertas y pasen y sírvanse todo lo que quieran, que
todos tenéis derechos.
En mis tiempos de Franco, yo era muy niño, pero tengo una
memoria que ya quisieran para si muchos políticos, los iba
a dejar con el culo al aire, no por la época de Franco sino
por eso de ‘donde dije Digo, digo Diego’ y yo ignoraba
esto, no sabía lo otro y ejem...
Me acuerdo que en vísperas de mi Primera Comunión, Catecismo
puro y duro, misas interminables, no podíamos saltar ni
brincar en el recreo, parecíamos la Santa Inquisición. En
una misa de ofrenda mi madre me puso un polo verde y un
pantalón de cuadros. Mi madre decía que eso era la moda, le
decían de pata de gallo...
Firmes, en fila de uno y de a dos, cuando la directora de la
Sagrada Familia me vio dijo “horror: el verde verdoso y el
pantalón de cuadros”. El peloteo de otros profesores y
niños y niñas de empollones y pelotas, ¡oh sí, es verdad!
un polito blanco, etc. A lo mejor me ponían la sábana santa
o la túnica de Víctor Mature...hoy te hacen la Comunión y
van a los ensayos como las Spice Girls, con los piercing y
los móviles y los niños parecen Rod Stewart saliendo del
casino a las cuatro de la mañana, esperando ¿oye y del
regalo qué? La de hostias y palizas y moñeo de pelos que me
he llevado yo en el colegio, no nos salvaba ni el Tribunal
de La Haya, hoy un profesor le mete un chiquillo a uno y
viene el padre con la Intifada y corre el maestro más que
Yago Lámela para meterse en la ducha.
Hace años un señor de esos bigotes finos y bien cortados,
su tupé bien echado para atrás, estaba largando con otro de
buena panza, que con Franco no pasaba esto, lo otro, que las
colas para ver a Camarón, a eso que entró en el agua una
moza como Úrsula Andress, en la película de James Bond, el
viejo le salieron los ojos como las brotolas, yo a un amigo
cercano le comenté, “mira Juan, con Franco no se veía
esto...”
También casi al unísono de la sintonía, de este hombre de
economato de Franco, fui a ver al Ceuta, un tío más feo y
más negro que el tizón que a la postre lanzó un objeto
contra el arbitro al final del partido, empezó a proferir
gritos como “¡tenía que volver Franco, te ibas a enterar!”.
Yo, en mi pensamiento me dije “tu con Franco ya estabas en
Comisaría, molido en un colchón de una celda”.
Con Franco iba yo a cinco por hora con una bicicleta en la
plaza de los Reyes, me salió uno como el comisario Conesa,
bigote fino, gafas gruesas y oscuras, meda calva y me dijo
“¡como pilles a alguien tú y tu padre vais a la cárcel!”,
vamos que la sentencia no la podía recurrir ni el juez Dredd
de Stallone. Hoy día, cogen al viejo lo palean, lo moñean y
de postre le dicen “¡te voy a quemar el coche!”.
Con Franco, de pequeño, me subí entusiasmado a una vespa de
telégrafos en la puerta de Correos, con tan mala pata que
me caigo de boca y con la moto encima.
Me sacan, me levantan la moto y una señora con un pedazo de
peluca y unas gafas de esas de guiri de Torremolinos dice
“¡voy a llamar a la policía, va a venir un guardia!” Corrí
tanto para mi casa que me escondí debajo de la mesa de
camilla. Hoy te piden daños y perjuicios, que el niño se ha
hecho daño al caerse de la moto y el padre del niño agredirá
a los de Correos y a la señora de las gafas le dará una
hostia. Y vendrán los antidisturbios para restaurar el orden
público y el tráfico rodado. Yo de mayor, saco mis
conclusiones porque una vez muerto Franco el sistema seguía
siendo el mismo todavía y fue llegando el referéndum,
nuestro Rey nos dio la posibilidad de elegir a nuestros
gobernantes y creamos nuestro ecosistema de convivencia y
pluralidad, pero los nuevos, los demócratas de toda la
vida, no han sabido valorar los derechos y libertades de
los que podemos presumir hoy día, y poder ir, pienso yo, por
la calle con la cabeza, por tu calle, con tu coche, por tu
playa, por tu pueblo y exigir igual que te exigen a ti, pero
siempre acabamos igual, treinta y cuatro años después,
acordándonos de Franco para lo bueno y para lo malo. Ni
porque quiten calles, estatuas, placas, si luego en Feria y
en Navidad se venden todas las Banderas del Pollo…
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