Para festejar su 22 primaveras, Ingrid obtendrá el “mejor
regalo” que podría esperar, “pisar, por primera vez,
Madrid”. Danielle le sonríe, se siente “afortunada” de ser
la elegida para un nuevo viaje que les ha brindado Ceuta,
“la llave de su futuro”. Las dos inmigrantes confiesan que
no están “nerviosas” pero ni siquiera esperan nada, no
pueden imaginar que les deparará el futuro, “nunca hemos
alcanzado la península”. Pocas maletas para un equipaje
repleto de sentimientos y que se entremezclan con una
gratitud infinita. “Gracias, gracias, muchísimas gracias”,
repetían dirigiéndose a quienes durante más de un año las
han apoyado “moral, física y educativamente”. Ellos, “los
profesionales y voluntarios de Cruz Roja, los ciudadanos de
Ceuta y los trabajadores del CETI, desde las enfermeras
hasta los vigilantes de seguridad”.
Danielle, una joven camerunesa, e Ingrid, su pareja
procedente de la República del Congo, han logrado lo que
miles de inmigrantes han perseguido durante años, asilo
político. “Podremos permanecer en España durante 5 años y
obtener un permiso de trabajo, qué afortunadas somos”,
confesaban entusiasmadas. Un nuevo amanecer mañana les
brindará los mejores rayos de sol y que verán camino de
Madrid, donde serán acogidas por uno de los centros de ACCEM,
la Asociación Comisión Católica Española de Migración.
Entonces recordarán que “hace tres semanas”, muchas
personas, “abogados, trabajadores y el director del CETI”,
les anunciaban que la larga andadura que iniciaron en 2009
tendrá, al fin, su recompensa. “Nos perseguían, no podíamos
decir que estábamos juntas, no teníamos libertad. Como nos
ocurría a veces en el CETI cuando los inmigrantes nos decían
que éramos demonios y que ahora estarán tranquilos porque
nos vamos”, lamentaban recordando los desagradables
episodios que les han tocado vivir desde aquel 2008, cuando
un campo de fútbol simbolizó el primer encuentro, las mismas
sonrisas que ayer se intercambiaban. “Estamos tan
contentas”, expresaban.
Aquella mañana de 2008, Ingrid hacía deporte en solitario
cuando Danielle, acompañada por otro grupo de jóvenes, se
disponía a entrenar en un terreno de Congo. Fue cuando ambas
iniciaron una relación que, a día de hoy, ha traspasado más
que fronteras. Pero las barreras y los obstáculos impidieron
que el sendero estuviera plagado de buenos deseos, por ello,
en noviembre de 2009 se vieron obligadas a abandonar el país
para acceder, clandestinamente, a la ciudad autónoma, “el 21
de julio de 2010”, recordaron con exactitud.
Fechas que, unidas a la de mañana, no desaparecerán de la
memoria de las dos jóvenes inmigrantes. “No es un adiós, es
un hasta luego”, recalcaban, puesto que marcharán pero
prometieron regresar. “Aquí nos casaremos, en nuestra
primera ciudad española, nuestra ciudad de nacimiento”,
declaraban. Y aunque no describían cómo se imaginaban la
nueva oportunidad que el destino les hacía llegar, Ingrid y
Danielle, Danielle e Ingrid, coincidían en los mismo. “Lo
más importantes es seguir aprendiendo español y tener
títulos porque sin eso, no hacemos nada”, aclaraban muy
seguras de haber encontrado los “oficios” por los que
lucharán en nuestro país, “una formación de dos años en
pintura y tapicería”, defendía la camerunesa, y “también
seré futbolista profesional”, añadía la congoleña, jugadora
además del equipo de Las Carmelitas de la ciudad. La
esperanza, la solidaridad, el temple, son muchos de los
valores que aseguran haber aprendido durante los trece meses
en tierras ceutíes. Por eso, Danielle e Ingrid están muy
seguras de querer regresar a la ciudad que presidirá su
enlace, junto a las personas para quienes no tenían “más que
agradecimientos” y a las que demostrarán que “nunca se
sentirán decepcionados con nosotras, porque ellos nos han
educado, nos han enseñado, nos han apoyado y nos han
regalado la llave de nuestro futuro”.
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