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OPINIÓN - JUEVES, 25 DE AGOSTO DE 2011

 
OPINIÓN / ANÁLISIS

¿Cuándo podremos competir con Tánger Med?


Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Me cuentan y no paran acerca de las maravillas-maravillosas de Tánger Med y lo hacen con una pizca de malicia como para restregarnos por la cara el macromontaje que se apañan en “sus” Operaciones Paso del Estrecho, el despliegue espectacular de policías, azafatas y azafatos que montan para recibir a los marroquíes residentes en el extranjero y a los turistas. Al parecer todo son comodidades y facilidades para dotar de mayor confort a las instalaciones y causar buena impresión. Ahora, en el mes Sagrado del Ramadam comentan que las azafatas reciben a quienes llegan a la hora de romper el ayuno con dátiles, leche y todo tipo de detalles y encima entoldan el lugar para paliar las calorinas del verano. Normal. Al hacer sus instalaciones los vecinos contaban con espacio, mientras que nuestros metros son limitados y bastante cunden y bastante bien gestionados están. Pero el embarque de vehículos hay que “azucararlo” un poco porque aquello aparece desangelado y árido. El viajero para con su coche en el control y al momento se le abalanza un perro que sabe latín y tiene más mala leche que siete grajos, es uno de los sabiondos guías caninos que actúan en complot con sus cuidadores y tienen un doctorado en psicología compartido, se quedan mirando a uno, le miran otra vez, le remiran, se hacen un guiño lleno de insana complicidad y ¡zas! Donde ponen el ojo ponen la incoación de Diligencias Previas en el Juzgado de Guardia. Hasta los conductores intachables e inocentes pasan espaventados por la prepotencia de los perros, pues bien, nadie me ha comentado que en Tánger Med tengan maliciosas mascotas olisqueando entre las ruedas. Pero vamos más allá, porque el conductor pasa el control y se encuentra con una árida explanada a la que hacen ademán de flanquear unos árboles canijos que dan menos sombra que un alfiler, ni toldos, ni azafatas recibiendo o despidiendo, ni dátiles, ni leche ni leches. El lugar es tan poco confortable que lo que dan ganas es de irse pitando y si el viajero llega no le ofrecen ni agua del grifo. Se ve y se constata que algo hay que hacer. Si no hay dinero para toldos se podrían pedir al menos sombrillas de propaganda a alguna marca de refrescos y como los árboles que hay subsisten malamente plantar palmeras datileras de forma que, en un tiempo, los viajeros puedan aparcar los vehículos y servirse ellos mismos los dátiles, porque está visto que azafatas no van a poner para el que voy-que vengo de-a la Península. Aquí todas las zalemas se las llevan los del incipiente turismo de trasatlánticos con quienes se derrochan detalles, lo que es lógico porque es un tipo de visitantes que genera prosperidad y eso es lo que conviene, para que nos vamos a engañar. Pero quienes no disfrutan de un crucero sino que sencillamente viajan para desplazarse, también tienen derecho a sombra fresquita, a wáteres civilizados, a dispensadores de jabón, a rollos de papel higiénico y a que, al menos, tras haber sufrido la mirada inquisitiva y estremecedora de esos temibles guías caninos, se les ofrezca un caramelo para que les vuelva la saliva a la boca que se les ha secado tan solo de verle el careto al perro ¡Y no tienen mala leche los perros!. El reto y el desafío es competir con Tanger Med, superar sus ofertas en lo relativo a precios, poner las sombrillas de propaganda, las palmeras datileras, incluso alguna chumbera con un empleado que pele los chumbos para que la gente no se pinche, adecentar los servicios que son un cutrerío y si los perros asustan a la gente tener a algunos gatos para que después les hagan zalamerías.

Pero hay que competir porque Tanger Med nos da sopa con hondas y eso no se puede consentir.
 

 
OPINIÓN / SERPIENTE DE VERANO

Flechazo intelectual


Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com

 

E n la jornada de ayer sufrí un enamoramiento fulminante al adentrarme en las instalaciones de la Biblioteca Militar y tener el privilegio de recorrer de manera parsimoniosa los metros de estanterías y alguna otra zona abierta a la avidez de los investigadores. En el Sancta Sanctorum no entré y pese a que el Director del lugar, un cultísimo militar de Caballería,me informó de forma excelente, también me remitió a otro militar que es del que espero una “ayudita” para conseguir descifrar la calve de ese reducto maravilloso de sabiduría castrense. Si sigo aquí este invierno lo voy a leer “todo” porque tienen auténticas joyas bibliográficas, sala de lectura, un silencio revestido de solemnidad, un personal encantador y sobre todo y antes que nada emana el mágico y misterioso perfume del corazón de los libros. Es un aroma que te repele o te cautiva, pero que en cualquiera de los casos provoca una convulsión genética porque en esas páginas “vive” la Historia de España, que es Historia de héroes, de santos y de poetas. Hoy por hoy la Biblioteca Militar y la antigua cárcel del Sarchal, ese lugar donde las mujeres lloraban mirando al mar, son los lugares que más me han impactado de esta ciudad.

Los dos están empapados de silencio, lo que en los tiempos que corren es uno de los lujos supremos. Ambos exudan vivencias y laten con las vidas que encierran entre sus muros, vidas o recuerdos que vienen a ser lo mismo en distintas dimensiones cuánticas, pero que están y tienen consistencia real. Tanto el Sarchal como la Biblioteca están llenos de gestas militares,de fragmentos de nuestro pasado, de ese ayer que conforma la riqueza del hoy. Son lugares mágicos, imán para aspirantes a iniciados en cualquier buena escuela Mistérica, reductos del conocimiento y retos llenos de una energía casi tangible dentro de su intrínseco esoterismo. La lección de los dos enclaves es de echarles muchos codos, que es lo que a algunos curiosos irreductibles nos apasiona, es asignatura de quemarte las pestañas entre páginas amarillentas y de buscar en los muros las leyendas que esperan ser descubiertas, puros acertijos, mucho de desentrañar galimatías, todo de esperar a que llegue el día siguiente por la ilusión de volver y avanzar un poco más en la aventura del conocimiento que es al tiempo la asignatura del crecimiento. ¡Y encima gratis! ¿Puede existir algo más perfecto sobre la faz de la ciudad? La gratuidad es incentivo añadido y cuando son los libros los que andan de por medio se convierte en terapia para desheredados y víctimas de la crisis. Porque al numen del saber, conocer y comprender, la crisis no ha conseguido alcanzarlo, ahí están los muros guardando recuerdos y custodiando la sabiduría. Luego el querer o no querer enamorarse es cuestión de cada cual.
 

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