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OPINIÓN - MARTES, 23 DE AGOSTO DE 2011

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Yo, perroflauta, carta abierta a la señora de Madariaga

Por Javier Ruíz Sánchez


Nadie posee la verdad absoluta. Nadie. En la riqueza de sus diferentes opiniones está la riqueza de un pueblo, con todos sus matices y credos religiosos, políticos y culturales, en su formas de pensar, de vestir, de expresarse, en la forma en que cada uno eilge cómo, cuándo y con quién besarse...
    
Su columna titulada “Los 15 mierdas”, publicada en este diario, y para ser educados y correctos, es totalmente despreciable. Creo que estaremos de acuerdo en que no se puede insultar ni escupir a nadie, y mucho menos usar la violencia física para expresar tus opiniones o desacuerdos, que el mismo derecho que tienen unos a cantar, rezar y llorar por una persona con túnica blanca y zapatos de Armani la tienen otros para gritar por sus derechos, por los miles de niños que en ese mismo momento, sí, el mismo puto momento, estaban agonizando y que seguro no entenderán que un majestuoso escenario cueste más o menos lo mismo que sus vidas.
   
Pocas horas después, ninguno de los dos existirán. A un descampado de recuerdos, a un valle de pequeñas tumbas. Si una parte de la sociedad ha mostrado su rechazo a las políticas actuales, debemos escucharles y pedirles a la vez el mismo respeto para los que no están de acuerdo con estas movilizaciones, llámelas 15-M o llámelas desesperación. Yo, perroflauta, volveré a mis cloacas, esas en las que abrazo a mis hermanos africanos, argentinos, peruanos, indios, españoles, con la bandera en el pecho y a los que no tienen bandera...  
  
Nunca nos preguntamos en qué dios creían ni a quién le rezaban o si simplemente, no tenían dios o tormenta a quien pedir. Nos respetamos, nos queremos con todos nuestros miles de defectos y hasta a veces soñamos con las mismas locuras.     No somos peores ni mejores, somos diferentes..., qué alivio sabernos a miles de sueños de sus insultos, de sus radicales ideas, de su intransigencia frente a las opiniones que no sean las suyas, frente a su estúpida amenaza de volver a vernos las caras...    

A pecho descubierto y el viento a mi favor, le espero.    
Sin más armas que mi palabra.
 

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