Los dos tripulantes del velero ‘Brisa’ salieron el pasado
sábado desde Santi Petri para pasar unos días navegando y
llegar a Ceuta. No obstante, el mal tiempo les hizo cambiar
de idea y poner rumbo a Melilla. Un destino que nunca
pudieron alcanzar debido a los problemas técnicos que sufrió
el barco y que les dejó aislados en medio del mar, a la
merced de los vientos y las tormentas durante siete días.
El pasado sábado el ‘Brisa’ partió desde el puerto de Santi
Petri, en San Fernando, para emprender una travesía que se
acabó convirtiendo en una auténtica odisea. Sus pasajeros
decidieron echarse al mar en este barco, que ha estado dos
años sin surcar las aguas. No obstante, la embarcación, que
desde que se construyó en los años ochenta ha dado dos veces
la vuelta al mundo, se encontraba totalmente equipada. Con
un motor nuevo y todas las revisiones superadas, no parecía
que nada impidiera a la pareja que se embarcaba disfrutara
de unos días de navegación sin problemas.
El destino original de este velero iba a ser Ceuta, así que
a primera hora, el barco puso rumbo a la ciudad acompañado
por el buen tiempo. Sin embargo, el mal estado del mar a la
entrada al puerto ceutí hizo cambiar de planes a la pareja
de navegantes que iba en su interior, que decidió ir hasta
Melilla. Un punto difícil de alcanzar cuando el motor es de
16 cv y no hay viento que impulse las velas del barco. Y es
que, el velero se encontró con tres días sin vientos, siendo
arrastrado sólo por la corriente.
Fuertes tormentas
La calma, que dejó al barco perdido en medio de las aguas
durante varios días, se vio interrumpida por una tormenta.
Las olas, el viento y las embestidas del mar hacían que todo
se zarandeara en el velero y en medio de todo esto, la
electricidad falló. Al intentar arrancar el motor este no
respondió y con el se cayó todo el sistema de la
embarcación. No había radio, ni cobertura móvil para pedir
ayuda, según contaban los tripulantes. La mala mar provocó
un nuevo cambio de planes. Nuevamente el destino a alcanzar
iba a ser Ceuta.
El fuerte viento, que antecede a las tormentas, hacía
imposible izar la vela, explicaba el propietario del velero.
Así, que cada vez que intentaban avanzar hacia la costa
ceutí, la noche volvía a arrastrar al barco en dirección
contraria.
Lo peor aún estaba por llegar. Otra tormenta, en la noche
del quinto día llevó a los dos pasajeros del ‘Brisa’ a
encontrarse en una situación “preocupante”, ya que las olas
sobrepasaban la embarcación. “Todo se movía en el interior
del barco, los tarros se caían y tuve que limpiar los
cristales”, explicaba uno de los dos tripulantes del velero.
Ya en el sexto día, la embarcación consiguió acercarse al
litoral ceutí. “La fuerza del viento bajó y pude manipular
la vela”, señalaba el otro pasajero. No obstante, cruzar el
Estrecho se convirtió en misión imposible. La fuerza de las
corrientes impedía que el velero avanzara, según contaban
sus pasajeros, que tampoco consiguieron alcanzar la costa
antes de que cayera la noche.
En la madrugada del sábado, el ‘Brisa’ tuvo que descansar ya
en aguas de la bahía sur, con las luces de las costas ceutí
y marroquí de fondo. Y con el amanecer de un nuevo día,
llegó otro intento de los dos tripulantes del velero por
poner rumbo a la península e intentar acabar así su
particular travesía. La pareja llevaba una semana sin pisar
tierra, se había quedado sin agua en los depósitos del
barco, sin electricidad y ningún contacto con el mundo. Pero
no todo estaba perdido. Casi alcanzando el mediodía, la
Salvamar Gadir se encontraba de ronda por Punta Almina.
“Cuando vimos a Salvamento Marítimo, los alertamos”,
contaban los tripulantes. Con la ‘Gadir’ llegó el “alivio”,
el que sintieron los dos pasajeros del ‘Brisa’ cuando
pisaron tierra firme. “Han sido muy amables”, explicaba el
propietario de la embarcación. A las 11.45 horas, Salvamento
Marítimo remolcaba el velero hacía el puerto deportivo.
En reparación
Ya por la tarde, un técnico se acercó a la embarcación, que
se encuentra amarrada en el puerto, para averiguar en qué
estado se encontraba. Mientras, sus pasajeros, sabedores de
que su aventura había tocado fin, pudieron descansar y
disfrutar de una comida en tierra. Además, aprovecharon para
pasear por la ciudad en las bicis que llevaban a bordo del
velero. El próximo viaje “será en bicicleta, más calmado”,
bromeaban a los pies del barco. No obstante, ambos
aseguraban que volverán a navegar. Y es que,
afortunadamente, esta odisea ha tenido un final feliz.
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