Tres mujeres llamadas María del Carmen, José Luis, José
Daniel, Jesús Manuel, Paqui, Rafa, Ángel, Francis, María de
los Ángeles, Jesús, Guillermina, José, Ana, Cristobal y
Celia. “Que no falte ninguno que con lo que cuesta hacer ‘el
camino’ como para que se nos olvide un nombre”, apuntaban
las presentes. Las que hablan son cinco mujeres que han
formado parte del grupo de 17 ceutíes que se ha ido este
verano a hacer el Camino de Santiago. El más pequeño tiene
13 años; el mayor, 62. Se les amontonan las anécdotas. Se
aturullan al intentar poner en orden los recuerdos. Los
trayectos de un pueblo a otro, el agotamiento -”mucho
sufrimiento”-, las dificultades de la convivencia, el dolor
de pies, las ansias por llegar, el intercambio de
experiencias entre los caminantes, el pulpo de Melide, el
cumpleaños de una de ellas, a la que sus amigos le montaron
en mitad del viaje una fiesta sorpresa y ella no podía dejar
de llorar emocionada. Pequeños sueños que se hacían grandes
a cada paso. Una meta cada vez más cerca, la de llegar. Pero
también un camino que enseña que más importante que llegar
es que lo esencial está en el viaje.
‘Buen camino’ es la contraseña. La frase que unos y otros
peregrinos se intercambian a la salida de los albergues, a
la entrada de los restaurantes. La frase que ahora se les
repite en la cabeza cuando de regreso a Ceuta, ahora que
echan en falta las mochilas, se cruzan por la ciudad con
gente que también ha hecho el camino. Quizás este verano o
tal vez hace muchos años. Todos ellos, aún sin compartir
camino en fecha y espacio, tienen en común la experiencia.
“Los que hemos hecho el camino hablamos un lenguaje
diferente”, apunta una de las mujeres.
El verano pasado fue la primera vez que se reunieron para
irse a Santiago. Cautivados, repiten. Partieron el día 17 y
el primer trayecto fue el de Triacastela a Sarria, la que
está considerada la etapa 26 del ‘Camino Francés’. Después
vendría Portomarín, Palas de Rei, Ribadiso de Abaixo, Arzúa,
Pedrouzo... Etapas que tienen de media veinte kilómetros y
que conllevan muchas otras paradas. Como las que hacían en
algunos de los puntos en los que aparecía algún aldeano y
les ofrecía algo de comer para coger fuerzas hasta el
siguiente descanso. Momentos que aprovechaban para sellar la
credencial, el documento en el que se va dejando la prueba
de que uno pasó por allí y que se convierte en el más
preciado tesoro.
Ceuta con Santiago
Durante el camino, el grupo dejó constancia de su
procedencia. No solo con el eslogan ‘Ceuta con Santiago’ que
reinaba en sus camisetas. Colocaron además banderitas
blancas y negras a cada parada. El camino se convierte en un
foro de debate, un lugar donde encontrarse con gente muy
diversa y descubrir que se puede tener algo en común. Como
con una chica portuguesa de la que se hicieron íntimos y que
ahora les ha invitado al país luso.
Los amigos del viaje son siempre un apoyo. La amistad y el
amor. Por eso Guille no lo dudó y se embarcó en el camino
para darle la satisfacción a su marido, a pesar de tener una
lesión de rodilla. No fue la única. “No es un camino de
rosas”, apuntan.
Pero todos, con daños y malestares incluidos, consiguieron
llegar a puerto. Les recibió el apóstol Santiago y un montón
de lágrimas derrochadas cuando ante ellos se alzó la
catedral y les dio la bienvenida.
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