El primer día que hizo el Ramadán se puso “malísimo”. No
recuerda un ayuno en verano desde que tenía catorce años.
Ahora tiene 19 años y ese día terminó en el hospital con una
bajada de tensión. El médico de Urgencias le dijo: “O te
tomas algo o te vas a desmayar”. Tuvo que ceder y se fue a
una gasolinera a por un par de ‘acuarius’. Son frecuentes
esos casos. También en las farmacias notan un incremento de
consultas relacionadas con la debilitación por el ayuno.
“Vienen con síntomas y es solo falta de comida y sobre todo,
de líquidos. Tampoco pueden tomar pastillas”, explican desde
la farmacia. El chico justifica el Ramadán alegando que “te
purifica el cuerpo”. Aunque luego reconoce “que todo lo que
no puede comer de día lo come de noche”. Aunque es su caso
se hace más difícil de sobrellevar porque trabaja en la
hostelería.
La espera le merece la pena. Todo un ritual en torno a la
mesa le espera con la caída del sol. Son muchos los ceutíes
musulmanes que pasan la frontera para romper el ayuno junto
a su familia. En la tienda de telefonía que hay justo antes
de pasar de Ceuta a Marruecos, el dueño del negocio reparte
dátiles entre los viandantes para que la llegada de la noche
no les pille sin alimento que llevarse a la boca. Poco antes
de las nueve y media llega la ansiada hora. Cada día uno o
dos minutos antes, coincidiendo con la luna. En la frontera,
el mundo se paraliza. Un silencio sepulcral absorbe la
llegada de la noche. En la tienda han preparado ‘jarera’, la
sopa típica con la que la comunidad musulmana rompe el
ayuno. Un caldo cargado de nutrientes después de todo un día
sin probar bocado ni beber un sorbo de agua. Los musulmanes
a los que la ruptura del ayuno les ha pillado en la zona se
acercan a por su cuenco. No faltan tampoco los dátiles y las
brevas. Todo el mundo tiene ‘chuparquías’ en sus manos, el
dulce típico de estas fechas, hojaldre empapado en miel, que
no se toma “de postre”, si no que se combina. “Aquí se
mezcla todo: dulce, salado...”, explica uno de los que está
participando en el festín. Él es malagueño y hace 23 años se
fue a vivir a Fez y se convirtió al islamismo. Explica que
durante el Ramadán los turistas se frenan a la hora de
visitar Marruecos, “porque está todo cerrado y hay muchas
broncas porque la gente no puede fumar y está nerviosa”. Al
principio hacer el Ramadán le costó, después se acostumbró:
“Cada año es igual. La primera semana estás que te mueres,
con muchas ganas de comer. La segunda ya está el cuerpo
hecho y se pasa el día sin darte cuenta. También cuando el
Ramadán termina el cuerpo se adapta perfectamente a la
vuelta a la normalidad”.
Pinchitadas en la playa
Una oportunidad para disfrutar de la gastronomía. La luna de
agosto ilumina la noche y los vecinos de Hadú aprovechan
para bajar a la playa. Es el segundo año consecutivo que
llevan realizando estos encuentros nocturnos. Cada diez
días, es decir, cuatro veces en todo el Ramadán, el
vecindario se reúne para celebrar una noche en la playa. La
zona elegida por los vecinos de San José es ‘El Chorrillo’.
El encuentro se complementa con actividades
lúdicas-deportivas: juegos, natación, balonmano, cánticos...
Aunque es, por supuesto, la comida, ansiada durante todo el
día, la que reina. Una bañera llena de melones y sandía y
una gran ‘pinchitada’ para degustar entre todos. ‘Bismillah’.
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