Mi sexo está destruido porque el demonio me engañaba”,
explica Gladis María. Y continúa: “Hace nueve años yo era
prostituta. No se me han quitado las ganas de ser promiscua,
la lujuria sigue en mí, pero ahora Jesucristo me frena
porque me ama”. Gladis María y 210 venezolanos más llegaron
el viernes a Ceuta para realizar una ‘Misión Popular’, de
evangelización por la ciudad autónoma, antes de desplazarse
hasta Madrid donde participarán en el encuentro con el papa
Benedicto XVI, en la ‘Jornada Mundial de la Juventud (JMJ)’.
Gladis María cambió de forma de vida cuando la comunidad
neocatecumental la acogió. “Sigo pecando pero Dios me
perdona”, agrega. Desde entonces participa activamente en
todos los actos de la comunidad y este viaje al otro lado
del Atlántico tampoco ha querido perdérselo: “Podía estar
disfrutando de todas las comodidades de mi casa, pero por
Dios he decidido sacrificarme y viajar de Venezuela a
España”, apunta. De fondo, el rezo y los cantos
eclesiásticos de todos los visitantes, que ayer poco antes
de mediodía se concentraban en la Gran Vía dando testimonio
de su fe entre los ceutíes. Mientras ellos entregaban
folletos informativos a los viandantes y tocaban las cuerdas
de sus guitarras, algunos vendedores ambulantes musulmanes
intentaban vender manos de Fátima y llaveros de babuchas.
Junto a Gladis María viajaba Carlos Manuel. El joven, de 28
años, no había tenido reparo en dejar a su esposa recién
parida y a su hijo con tan solo un día de vida en Venezuela
para venirse de excursión evangelizadora por España: “Porque
Dios me llama”.
Tras realizar su ‘misión’ por la ciudad, el grupo visitó el
Museo de la Basílica Tardorromana y después se desplazó
hasta el restaurante ‘Caballa’ para realizar allí el
almuerzo. Necesitaban coger fuerzas para seguir entonando el
‘Tu fe te ha salvado’, mientras comenzaban una visita
turística por la ciudad. Un encuentro de venezolanos y
españoles que se produce en Ceuta precisamente porque el
párroco que lo organiza desde aquí, Juan Carlos Martínez, es
natural de Isla Margarita, un paraíso caribeño que, según el
padre, tiene similitudes con la ciudad autónoma.
También Esmeralda viajaba acompañada de sus hijos. Como el
resto de venezolanos visitantes compartía una idea: “La
gente se muere porque no entiende la felicidad, el mundo se
mueve, pero si no conocen el amor de Dios no saben cómo
vivir”.
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