Ya saben lo que es la típica
“serpiente de verano” agosteña, cuando se lanza o lanzan una
noticia a menudo rocambolesca o directamente calamitosa y la
propagan hasta el punto de que la superchería llega a los
ciudadanos que se sorprenden, irritan, cabrean, revuelven y
se muestran dispuestos a recoger firmas, llamar a las
televisiones, acudir al “Sálvame” y luego alargarse al
Juzgado de Guardia a poner “la denuncia” contra inductores,
cooperadores necesarios, cómplices, encubridores, compinches
y autores de la felonía. Ayer el reptil recorrió la ciudad
esparciendo el bulo de que se tiene el proyecto de ¡Talar
los ficus centenarios de la Avenida de África! Los teléfonos
echaban humo y la preocupación era tal que fue barómetro y
encuesta de Sigma 2 para determinar el extraordinario grado
de conciencia ecológica y de adoración por su patrimonio
natural que sienten los ciudadanos. Revulsivo espiritual,
aviso a navegantes y constatación de que los ceutíes son muy
conscientes de la riqueza que supone nuestra flora, del
valor patrimonial de las especies autóctonas que al ser
seculares presentan el requisito de la singularidad y como
tales merecen una protección total, amen de que a algún
espontáneo con el cerebro bien amueblado, le de la vena y se
acuerde de que en casi todas las ciudades de España tienen
sus ejemplares catalogados, se les considera “especie
protegida” y se farda de ello como reclamo turístico.
En el día de ayer, bastante proceloso y singularmente
alevoso, los enrrabietados y sulfurados ciudadanos clamaban
recitando en comandita el artículo 332 del Código Penal, ya
saben aquel que señala que “El que con grave perjuicio para
el medio ambiente corte, tale, queme, arranque, recolecte o
efectúe tráfico ilegal de alguna especie o subespecie de
flora amenazada o de sus propágulos o destruya o altere
gravemente su hábitat será castigado con la pena de prisión
de cuatro meses a dos años o multa de ocho a 24 meses” Y las
fulminaciones continuaban con la salmodia del artículo 339
del mismo texto legal “Los jueces o tribunales ordenarán la
adopción, a cargo del autor del hecho, de las medidas
necesarias encaminadas a restaurar el equilibrio ecológico
perturbado, así como de cualquier otra medida cautelar
necesaria para la protección de los bienes tutelados en este
Título”. Lógico que se quisieran ir como fieras en busca del
Juez y del Fiscal en funciones de guardia para que
prohibiera el desaguisado ecológico, pero la pregunta clave
de la jornada era “¿Pero “quien” ha podido ordenar algo tan
horroroso?” y continuaban con una reflexión “¡Ni a los de la
Coalición Caballas se les ocurriría nada semejante!”.
De hecho y según relatan en los mentideros el Presidente de
los Verdes estaba poco menos que en estado de shock y el
cotarro en general se palpaba revuelto y contestatario, con
ganas de gresca, follonero y altivo. “¡Veréis cuando se
entere Juan Vivas, le puede dar algo!” “Eso es que quieren
aprovechar que se va de vacaciones para destrozar el
patrimonio”. Y la serpiente con su lengua viperna que voy
que vengo, sembrando ideas emponzoñadas y brindando a la
ciudad el privilegio de ese “darnos cuenta” de que tanto en
la Avenida de África como en tantos otros mágicos enclaves
existen ejemplares maravillosos de los que todos nos
sentimos extraordinariamente orgullosos, porque sabemos que
son obras de arte que la naturaleza, generosa, ha querido
regalarnos como mensaje de belleza. ¿Una historieta? La de
aquel tipo que no creía en los milagros y retó a su colega a
que le demostrara que existen, el colega le llevó ante un
ficus de la Avenida de África lo señaló con el dedo y dijo
“Mira, esto es un milagro” el colega se sorprendió “¿Como va
a ser eso un milagro, eso es un árbol” y el amigo le
respondió “¿Que no es un milagro? ¡Pues hazlo tú”. Aquí se
aman, se sienten, se disfrutan y se valoran los milagros de
la naturaleza cuando se transforman en árboles, en plantas,
en flores que dan un mensaje de belleza y que pueden ser
disfrutados por igual por todas las criaturas. De ahí que a
algún tipo con endémica mala leche, se le ocurriera soltar
el bulo del delito ecológico “Van a talarlos porque dicen
que se están secando” ¿Que se están secando? Eso será porque
no los conservan en condiciones con su riego, su abono, sus
pequeñas podas si existe alguna rama seca y los mimos que
merecen quienes han sido testigos vivos de la historia de la
ciudad. Pero comentan furiosos que de ahí , el que llegue
con malos propósitos, no corta una astilla, ni aunque la
necesite de forma urgente para rascarse los huevos porque le
ha picado un mosquito. Nada. ¿Recuerdan a Carmen Thyssen
encadenada a los árboles centenarios del Paseo del Prado de
Madrid cuando a Ruiz Gallardón se le pasó por la sesera
talarlos para que pudieran pasar más coches? ¡No le dieron
nada al Albertín! ¡A poco se lo comen! ¡Pues ya se pueden
figurar la que se puede liar si tocan los árboles
centenarios y tratan de expoliar nuestro patrimonio!. Cierto
es que tan solo ha sido una broma de mal gusto, una
serpiente de verano y un chisme de mala baba propiciado por
alguna mente retorcida. Pero también conlleva una nota
positiva que es la de tomar conciencia de lo perentorio que
resulta el catalogar el patrimonio y comenzar a sembrar
Ceuta de placas doradas de “especie protegida”, comenzando
por los ficus de la Avenida de África esos que constituyen
en sí un auténtico vergel, un rincón de cuento de hadas, un
homenaje a la belleza y una obra de arte en el corazón de
Ceuta. Y además son un auténtico milagro y si a esos árboles
encantados que son el ábside de una catedral verde y umbrosa
no los consideran un milagro ¡Prueben ustedes a hacerlos!.
*Dedicado a Tamara, Patricia, Virginia, Paula y Ángela, que
aman los árboles.
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