Con el alba salí a despojarme de
los vicios
por los caminos del alma,
paso a paso fui tejiendo pensamientos
de no ceder a los desenfrenos de las horas.
Me propuse aprovechar el tiempo que me queda
por vivir y entendí que la vida pasa y no regresa.
Dispuse quererme más a mí mismo como persona.
Es absurdo que uno se degrade como ser humano,
se desgrane de los sentimientos interiores,
y se desangre de la pureza engendrada.
Ser dueño de sí y amo de nadie es una virtud.
Lo he descubierto al viajar cuerpo adentro
y ver, con los ojos del día prendidos en el corazón,
la libertad como el primerísimo amor
que nos cautiva hacia las alturas del gozo.
Que nadie apague el entusiasmo de ser yo
por un puñado de simuladas pasiones.
A mi nada me enciende más que ser abrazado
por la casta de inventores del mal.
Desde hoy, pues, confiaré más en lo que yo me quiero
y menos en los seductores de falsos mimos.
Mañana por la mañana, cuando vuelva a salir a la calle,
disfrutaré por haberme arrancado las cadenas. ¡Palabra!
Pobre del que ama su prisión, aunque sea de oro puro.
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