El Gobierno de la Nación parece
empeñado en no reconocer que el fenómeno migratorio se ha
convertido este verano en un problema en Ceuta. Cuando no se
reconoce un problema es muy difícil que pueda solucionarse.
Que no se quiera llamar “avalancha” a 315 inmigrantes que
llegaron en julio y más de 100 que lo han hecho ya en la
primera semana de agosto no significa que no exista esa
avalancha, aunque sea en forma de goteo diario. Además,
detrás de las cifras está el enorme riesgo para sus vidas
que muchas de estas personas afrontan en su intento de
alcanzar territorio español. Por otra parte, jugar a las
comparaciones, como hizo ayer la responsable de Integración
del Ministerio de Trabajo e Inmigración, Estrella Rodríguez,
es cuando menos demagógico. En efecto, Ceuta no es Lampedusa,
ni los inmigrantes que llegan a Ceuta son como los que
desembarcan en esa isla italiana, ni el fenómeno que afecta
a territorio español es como el que afecta al italiano, la
llamada “primavera árabe”. En proporción, el impacto de más
de 700 inmigrantes en Ceuta, la inmensa mayoría procedentes
de países subsaharianos, puede considerarse grande, máxime
si, tal como reconocen los responsables del Centro de
Estancia Temporal (CETI), decenas de ellos, hasta 70 u 80,
según los días, no pasan la noche en el centro de acogida,
sino en las calles ceutíes. Y cuando no se juega a las
comparaciones demagógicas, se miente, como en el momento en
que esta misma directora general de Integración afirma que
“todos los días salen inmigrantes del CETI de Ceuta a los
CIE de la península”.
Hasta que no se reconozca por parte de los responsables del
Gobierno de España que este verano Ceuta y Melilla,
fronteras no sólo de España sino de Europa, viven una
situación diferente y, más aún, más preocupante que las de
otros veranos con “repuntes” migratorios, mientras no
quieran o no sepan ver que se trata de una nueva crisis, con
sus características y origen, no se buscará ese origen y por
tanto, tampoco las soluciones al problema.
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