Al quedarme embobado mirando el
verde como un mar de septiembre, la cortina como un
pergamino chino, puse mis ojos en ella, ojos como tornillos
en un portalòn, en sus murales pintados sobre la tela de la
cortina, había pescadores ribereños en mareas celestiales,
parecían pintados allá en el mismo cielo, era un clamor
idilico cuando se iluminaba con la vieja lampara de la
mesita de noche. También tenia en la mesilla, esa caja de
galletas inglesas, caja de metal de esas antiguas que
invitaba al oxido sepulcral, pero que ahí seguía en pie. Al
fondo en una esquina estaba el espejo con una especie de
lavabo de palangana, una reliquia de antaño, donde colgaban
jarros y los peinitos y avios de afeitar del abuelo
Bernardo, todo muy marino y muy curioso. El silencio se
rompía de vez en cuando, con la suave brisa que entraba por
la ventanita y revoloteaba la cortina de ribereño.
Fueron pasando los meses, los años como una singladura de un
bergantín dando la vuelta al mundo, y yo me fui haciendo un
mozalbete que tenia mucha pelusila encima del labio
superior,. Como el limo a una quilla varada en un astillero,
ya las visitas al puente del abuelo, fueron en compañía
femenina…. Algunas mocitas me estaban esperando en un rincón
como pescante de navío encallado, que me silba como una
sirena entre escolleras, que me despedia de nuestro
encuentro entrañable con las saladas arengas y fiel consejo
de quien, podia navegar con los ojos cerrados. El abuelo que
asomaba ojo avizor por el puente de mando, me veía perderme
unos grados a babor, con una niña a mi lado cual patrullero
que se abraza por navegar con el crucero, en su singladura,
como esfumandome por la bocana, los mecíos de mi locura.
De la leyenda y de la fantasía, el legado de las aguas
fueron dando paso a la realidad, mi abuelo me llevó hecho un
mozo al despacho de buques de la Armada, entre dos anclas
con cien años de historia, historia de reclutas y de
marinos, ante sus lujosas y limpias escaleras, ya estaba yo
entregando a los brazos de la Armada, el folio de
inscripción maritima, ya era mio y mi nombre ya era del mar,
y los dos nos echanmos un cabo, a ver por donde se estiraba
más, por el lado mio o por el lado de la Armada, en la
familia muchos hacian cuentas , cabalas y chismorreos de
comentarios, como en las lonjas sus pregones, a ver quien
daba un duro mas, por uno de los dos la Marina o yo…
Hasta que llevado un tiempo que medité la decisión que era
mejor di el paso adelante, la estacha me unió como al
molinete, de un lado a otro, ya tenia el papel de voluntario
en mis manos, Marinero de la Armada me convertí en San
Fernando en la Tacita de Plata, la parte de mi propia
estirpe se fue materializando, no podía ser de otra forma,
así lo habia sentido, rozado y querido, desde mis primeros
pasos ,vestido de marinero en la Primera Comunión, así una
vez mas otra vez de marinero, la primera foto que me hice ¡
para el abuelo! El colocó esa foto justo enganchada con los
demas marinos ilutres que formaban la familia. Fotos que
adornaban su sala de marineria, como banderines y
gallardetes. Aquella sencilla y modesta morada, ya formaba
parte yo tambien del recuerdo de la misma, vestido de faena
y con la cabeza rapada, al paso de una maquina que rasuraba
cual vestigio impuro antes de encomendarte a tu nuevo
recaudo de servir a la Patria. Los acordes del Himno
Nacional, la Banda de Musica del Cuartel , con los cambios
de guardia a ritmo de pasodoble, con el mosquetón sobre el
hombro, era un cosquilleo fiel vello erizado como rocas
mecías por cristalinas aguas, con los pies allí y la mente
puesta en el recuerdo del abuelo, como promesa guardada en
el fondo de mi corazón. Por sopresa me presenté en casa ,de
permiso en Ceuta en esta tierra, que une dos continente, es
mi Ceuta la tierra de mi alma, mis hermanos pequeños casi
asustados entreabrieron la puerta, a un desconocido
marinero, que se fue niño y venia hombre. Tras los abrazos y
entusiasmo por el muchachito marino en la familia, el
reconfortable café con los pasteles del dia, me fui
corriendo a ver quien mas lo merecía, como homenaje en este
mundo, el abuelo. El comandante de mi v ida, la mili de mis
sueños, que le hice en un rincón de su casa, casa que me dio
cariño y amor sublime por encima de todo, con el temblor de
las piernas como al que besa a su amor por primera vez,
tantos años esperando y nuestro bello encuentro, la puerta
vieja dejaba a verlo a medias, esos besos y abrazos, de
misión cumplida de un nieto con su abuelo. Me vió durante
unos momentos emocionado, vestido de marinero, el abuelo se
quitó años de encima ya que se puso el Levanto en la cabeza,
el gorro de marinero, y pude comprobar con lo que estudie en
Cádiz, que todo sobre leyes penales y afirmaciones de rango
militar y su tratado sobre Ejercito y Armada, las conservaba
con total lucidez. Fueron pasando los encuentros, los
regalos mutuos, los recuerdos del Cuartel de Instrucción de
Cadiz, mi nuevo destino aquí en Ceuta, cintas de marchas
militares ,de desfiles por doquier.
Y fuimos agrandando y enriqueciendo nuestro conocimiento y
pasión por el mar, porque tantos adelantos, tantos avances y
muy doy cuenta, que con el mar no pueden, te guarda tantas
cosas, tan bello y tan cruel tan sereno y tan traicionero ,
pero yo Javier no puedo estar sin el.
Ya al abuelo la vida la edad y los achaques le fueron
venciendo, su caldera se iba apagando, se iba quedando sin
fogón, sus helices se fueron entrecortando como sus latidos
y su barco iba rumbo a encallarse a perderse en el fondo del
mar.
Pero no sin despedirme de este legado de Barlovento Estirpe
Inmortal, el agradecerte mirando el horizonte del mismo
cielo, veinte años se han cumplido de tu adiós por los mares
eternos, del recuerdo de un domingo de marzo, como el que
reposta seco en un avituallamiento, me diste quinientas
pesetas, en tu beso de aquella tarde, en nuestra cita de
costumbre ese dinerillo que esta solo en mi bolsillo, me
sirvió para convidar a una mocita en aquella primavera, en
un paseillo por la calle Real y por la Marina en su
balustrada, aquella niña con sus ojos azules como el mar, es
hoy mujer y la madre de mis hijas. Veinte años hace ya que
nos dejaste para siempre, no te dio tiempo a verme casado,
ni a ver en este mundo a dos nietos mas Vestidos de
Marinero. Aquí termino mi Barlovento, ya me tiembla el timón
de mi pluma, el aire que golpea mi quilla , si alguna vez no
puedo con la Estirpe de nobles colosos, tu me darás fuerza
desde el cielo, para seguir a las generaciones venideras
contarlas como tu hacias con nosotros querido Abuelo,
historias de amor por el mar..
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