Ser digno en Periodismo comporta cierta desolación, soledad,
alguna amargura, pudor y cierta sensación de desamparo”.
Cuando hace siete meses llegué a EL PUEBLO me dejó impactada
esa cita colocada en el despacho del director. Pero ya estoy
empezando a comprenderla...
A las diez de la mañana apenas hay movimiento en la
redacción. Las chicas de administración, y Ángela, el ‘alma
máter’, son las primeras en llegar. Redactores soñolientos
van haciendo su entrada en escena. El estrés que acarrea
‘buscar temas’ acompaña, mínimo, hasta mediodía. Tras la
lectura de la prensa, así como de la oportuna autocrítica,
comienza el trabajo duro. La mañana se convierte en un ir y
venir: ruedas de prensa, convocatorias y, lo más importante,
temas propios. Cuando situaciones como la Feria no eclipsan
la información, el diario marca la diferencia de los demás
medios con los temas propios. Pero encontrar información de
calidad y que interese al lector, para escribir varias
páginas diarias, no es siempre tarea fácil, sobre todo en
fechas como agosto o en domingos donde casi nadie te coge el
teléfono. Conseguir, por ejemplo, una cifra exacta puede
requerir toda una mañana de contraste de información. La
precisión y la exactitud son normas básicas. Un ‘podría’ o
un ‘quizás’ no son periodismo.
La mañana amanece movidita y la jefa de redacción, Paula
Zumeta, se va al Consejo de Gobierno. A su regreso, tendrá
que contarle al director, Antonio Gómez, y a la directora
adjunta, Tamara Crespo, cómo ha trascurrido la convocatoria.
Paralelamente, los redactores ya están trabajando. La
primera reunión de contenido se hace en torno a las dos de
la tarde. Cada miembro del equipo da a conocer sus temas en
reuniones que suelen terminar convertidas en un foro de
debate. Cuadrar el planillo (el reparto de páginas), con sus
respectivas publicidades, acarrea más de un dolor de cabeza.
Si todo va fluido, sobre las dos y media de la tarde es hora
de irse a comer. Pero hay jornadas, como la aquí descrita,
que se complican. Y unas tapas rápidas en la calle de al
lado se convierten en la única solución.
A las cinco de la tarde ya está todo la maquinaria en
funcionamiento. Cada redactor tiene claro cuál es su
cometido. Elige la maqueta que se adecúe más a su
información y escribe. O, al menos, esa es la teoría
idílica. Rara es la tarde en que la realidad no supere la
ficción. El sonido de ambulancias activa la ‘ronda’, es
decir, las llamadas al 061 y a los bomberos para que
informen acerca de si hay novedad en el frente. Quizás no
pasen de ser unos rastrojos quemados en ‘El Sarchal’, pero
también puede ser que la sirena dé pie a activar a un equipo
formado por redactor y fotógrafo para que se desplacen a
velocidad récord hasta el lugar de algún incidente. Ejercer
el periodismo requiere estar en el momento oportuno en el
lugar adecuado. Estar y ver. Hay que hacer de ojos
intermediarios entre los hechos y el lector.
Por la tarde, la sensación es que las horas transcurran a
una mayor velocidad que la que marca el reloj. Un café para
llevar, algún dulce y confesiones compartidas entre
compañeros de trabajo que, a fuerza de roce, suelen acabar
convertidos en amigos que distienden la tensión de un cierre
que apremia. Redactores de la sección de Local que no dan a
basto, Cultura, los chicos de Deportes, la revista ‘Siglo
XXI’ y la elaboración de teletipos. Todos compartiendo
espacio y ‘neurosis’, alegrías, frustraciones y
profesionalidad.
“Aún no me habéis entregado ninguna página”, “¿Cómo vais?”,
“Cuánto os queda”, “Vamos a escribir ya los editoriales”,
“¿Qué portada elegimos hoy?” son frases que amplifican la
presión por el acercamiento de la hora en la que el
periódico debería estar cerrado. Alguna llamada del editor
marcando pautas. Mientras los redactores van dando los
últimos retoques, los dos fotógrafos, Fidel Raso y Reduan,
que llevan todo el día de un lado a otro de Ceuta captando
momentos, van catalogando las imágenes para que el redactor
las coloque en su página. Al mismo tiempo, van apuntándose
las convocatorias que tendrán que cubrir al día siguiente.
Elegir la fotografía de ‘Primera’ y cerrar la portada es el
último paso que se realiza en la planta baja de la sede del
periódico, en la calle Independencia. Mientras, en la planta
de arriba, los técnicos van montando páginas para enviarlas
a la rotativa.
La rotativa juega en casa
En la nave de Loma Margarita, ya están los rotativistas
aguardando impacientes el cierre de la última página.
Imprimir el periódico en Ceuta es siempre una ventaja
competitiva. Meter las páginas y sacar las planchas es la
primera función del técnico. Cyan, negro, magenta y amarillo
son las capas de colores en las que se imprime el diario.
Cuatro versiones de cada plancha. Marcarlas y plegarlas.
Todo un espectáculo en movimiento comienza: Es el arranque
de la rotativa.
El periódico sale en dos tiradas y los rollos de papel sacan
cuatro páginas en cada pliego, que las máquinas irán
cortando y doblando. Es la parte de manipulado y cierre.
Últimos retoques en el color a través de varios ordenadores
y un ‘doble embuchado’: colocar las páginas del diario en su
correspondiente orden. En torno a las 64 páginas,
‘calentitas’, colocadas en cada uno de los diarios, que el
repartidor recoge, listos para la distribución. Antes de que
el reloj marque las dos de la madrugada, en la Feria, los
primeros lectores ya tienen EL PUEBLO en sus manos.
De vuelta a casa es imposible no pensar en las previsiones
de mañana. Agitación, contradicciones personales,
complicidad, desolación, principios, coherencia profesional,
una inmensa pasión y ética. Hacer un buen diario y ser digno
en Periodismo, las metas de cada día.
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