Los políticos están de vacaciones,
con lo cual nos ahorramos que nos cuenten todo lo que
quieren contar, siempre arrimando el ascua a su sardina. Y
como estamos en feria, lo mejor que podemos hacer los
periodistas es dejarlos en paz, para que disfruten de las
fiestas Patronales.
Con la que se avecina y con lo que nos queda por escuchar,
por bando y bando, vamos a tener para rellenar cinco
periódicos diarios sin tener que echar mano de otras
noticias, que bastante vamos a tener con lo que nos van a
contar y con las declaraciones que van a hacer cada uno de
ellos, en cuanto le pongamos la “alcachofa” por delante.
Así que como ellos están de vacaciones, que las disfruten y
no le hagamos contarnos las milongas a las que nos tienen
acostumbrados porque, sin duda alguna, los políticos hasta
soñando no dejan de ser políticos.
Por nuestra parte, que duda cabe, vamos a intentar guardar
las cosillas que sabemos, de algunos de ellos, para
contársela a ustedes una vez que las fiestas Patronales nos
hayan dicho adiós. En eso quedamos, a no ser que salte una
noticia a la que, por ser de actualidad, no tengamos más
remedio que suspender lo que vayamos a a escribir sobre
nuestra feria, para hacerlo sobre esa actualidad.
La feria sigue su curso y el personal sigue divirtiéndose en
el recinto ferial. Los más pequeños en la llamada calle del
infierno, los jóvenes en las casetas que para ellos se han
instalados en el real, y los que ya no somos tan jóvenes
pues a las casetas a tomarnos unas cervezas, mojitos o algún
que otro “fino”· fresquito con algunas raciones y, de vez en
cuando, más en cuando que en vez, hasta marcarnos unas
sevillanas o unas rumbitas, pero sin hacer mucho esfuerzo
que el cuerpo se reciente. Ya no está uno para muchos
trotes. Las cosas claras.
Bueno, las cosas hay que decirlas tal y como son, los que
tenemos cierta edad cargamos con nuestros nietos y derecho a
la calle del infierno, a montar a los niños en los
cacharritos.
Unos niños que son incansables y que quieren repetir una y
otra vez en cada cacharrito que se suben, mientras usted
nada más que hace echar mano a la cartera o al monedero,
para ver cuánto le quedan de vueltas que dar al niño, porque
la economía no está para darle al niño muchas vueltas que
digamos.
Hay niños que se conforman con darse una sola vuelta en cada
uno de los cacharritos. Pero otros, sin embargo, cuando se
bajan y usted le dice que van a a ir a subirlo en otros de
los cacharritos, le montan un pollo de aquí te quiero ver.
El único remedio que existe es armarse de paciencia y tratar
de convencer al niño, mientras se nos salen los ojos
buscando ver si aparecen los padres de la criatura, para
largarle, por un rato, el mochuelo.
Los nietos son una alegría de la que uno disfruta, pero los
euros son una auténtica pesadilla, por la rapidez con la que
van despareciendo del monedero.
Total que cuando usted sale con le niño de la calle del
infierno, haciendo más cuenta que un ministro de Hacienda,
sólo le queda para tomarse una cerveza y una ración de algo
que no sea muy cara, mientas le niño le dice: “Abuelo,
mañana venimos otra vez a subirnos en los cacharritos”.
|