El mes de ayuno ya ha arrancado para los musulmanes de la
ciudad, pero no sólo para ellos. Y es que, son muchos los
caballas que aprovechan esta época para disfrutar de los
dulces típicos del Ramadán. Elaborados, en su mayor parte, a
base de miel y almendras, estos dulces son demandados por
todos los ciudadanos. Es el caso de Francisco, que ayer se
acercó hasta la cafetería Roma II para comprar ‘chuparquías’.
“Mi hermano y yo siempre hemos comido estos dulces durante
el Ramadán”, contaba este caballa que nació en Tetuán, por
lo que se confiesa buen conocedor de la cultura musulmana.
Lo que más le gusta de estos dulces a Francisco, que ayer
además cumplía años, es la miel y la masa que les da “ese
sabor parecido a nuestros pestiños”.
Como Francisco, son muchos los que se acercan a comercios
del centro a comprar ‘chuparquías’, pastas morunas, pan
dulce o ‘breuas’. Durante este período se utilizan
ingredientes especiales para elaborar platos que se toman a
lo largo del año, como son las pastas. La clave de los
alimentos del Ramadán está en la especias que se añaden en
mayor proporción para aportar nutrientes que ayuden a
aguantar las horas diurnas a aquellos que guardan ayuno,
según explica Ahmed Fhal, de la cafetería Roma II. Otro de
los alimentos típicos de estas fechas es el ‘esfú’, un
preparado elaborado a base de frutos secos molidos y azúcar,
que actúa como reconstituyente o las pastas hechas con miel,
almendras y nueces.
Los ingredientes de estos platos, que “hinchan” para
“aguantar el ayuno” vienen en muchas ocasiones desde
Marruecos. Es el caso del queso del Rift, usado en las ‘breuas’,
las almendras especialmente preparadas para los postres, o
la miel, que tiene que ser natural y no azucarada. Este
último es el componente estrella, por su gran aporte de
nutrientes. Así, lo más habitual son las masas finas fritas
empapadas en este ingrediente.
Durante estos días, los musulmanes hacen de estos dulces el
centro de sus mesas. Así, durante el día compran los
alimentos que al caer la noche tomarán en el seno de su
hogar, ya que el Ramadán es un momento “para comer en casa”,
cuenta Fhal. “Cuando se pone el sol, no queda nadie por la
calle, todos se van a sus casas a hacer la primera comida”,
señala este camarero. Mientras, en la cafetería, se quedan
elaborando los platos que al día siguiente volverán a
vender.
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