A tiros, a dardos o a balonazos. Pero con un único objetivo:
conseguirle un ‘Bob Esponja’ a la novia. Si es posible, el
amigo inseparable de Patricio, pero si no, cualquier otro
peluche que se precie: serpientes, muñecas negras,
corazones, plátanos, flores... A mayor tamaño, mejor, que la
chica presuma de la puntería del chico. Hay cosas que en la
feria parece que no han cambiado con los años, y en el
mostrador se aglutinan adolescentes, papás y matrimonios
mayores. Pero casi siempre es el hombre el que dispara.
Siempre con la misma intención: acertar, cueste lo que
cueste. Y es que el coste a menudo asciende mucho más de lo
que el muñeco en sí valdría en la juguetería. Tres euros
valen las tres tiradas de dardos o los tres balonazos a la
portería. Si pinchas los tres globos, premio seguro. ¿Pero
por qué siempre este chico pincha sólo dos globos? “Aunque,
claro, si esta vez he pinchado dos, seguro que a la próxima
jugada pincho los tres”, se dice a sí mismo para reforzarse.
Pero siempre pincha dos y el ‘y sí a la próxima...’ le hace
tirar de cartera: seis euros, nueve, doce... Y al final se
va sin peluche, y sin dinero. O no.
“Este puesto es el que más premios da, de entre todos los de
su categoría”, asegura en ‘Atracciones Marivi’ su
propietario, Eduardo Ochoa, “pero es que no se pueden dar
duros a cuatro pesetas, y estos peluches me cuestan a mí 18
euros”. Entonces empieza a echar cuentas que no le salen del
todo: “Es que venir a la feria de Ceuta sale más caro que ir
a otras ferias, ya sólo con pagar el barco... Hay que hacer
un mínimo de seiscientos euros cada noche para cubrir
gastos”.
Aunque los números no le terminen de cuadrar, y asegure que
son los de los cacharritos “los únicos que ganan dinero en
las ferias”, Eduardo lleva 32 años viniendo a la feria de
Ceuta. El recorrido es similar cada año. Antes de pisar
tierras caballas, trabaja en San Fernando (Cádiz) y después
se irá a Ciudad Real. Toda una vida de feriante que le ha
llevado a la conclusión de que es preferible que sus dos
hijas se dediquen a otra cosa. Ambas han terminado ya sendas
carreras universitarias, y una de ellas, tras cinco años de
estudio, acaba de aprobar oposiciones. “Ella sí que va a
ganar dinero”, predice su padre.
La suerte del principiante
Hay quienes tienen más fortuna y a la primera se llevan el
preciado tesoro a casa. Será la suerte del principiante.
Como la que tuvo Juanma, de 16 años, que no quería jugar
pero sus amigos le insistieron, “por probar”. Y se llevó el
‘Bob Esponja’ a la primera. Con una única inversión de dos
euros. Se lo regaló a su amiga Ana, y se apresuró a
informar: “Pero no es mi novia”. Aunque tímida, la chica
quedó contenta.
Felices iban también, con sus corazones de peluche
paseándose anoche por la feria, Abdeselam y Yunes. Los
habían ganado en los dardos y en pocas tiradas. “No sé si
regalárselo a mi novia”, presumía uno de ellos.
Los hermanos Ros, propietarios de la atracción que lleva su
nombre, aseguran, sin embargo, que no sólo son parejitas las
que luchan por hacerse con un peluche, y que un público muy
fiel, año tras año, son los padres que buscan “el muñeco
para el niño o la cafetera para casa”. La crisis parece no
pesar demasiado para ellos: “Aquí siempre viene mucha gente,
y todos los años dicen que ha venido menos gente a la feria
que el año anterior, pero al final siempre vienen los
mismos”, explica uno de los hermanos.
En cualquier caso, si uno se pasea esta noche por los
puestos de tiro de la feria podrá comprobar ‘in situ’ que
aunque sean hombres los que suelen tirar, disparar o pegar
balonazos, al final siempre aparece a su lado una mujer que
le dice: “Anda, venga, vámonos ya”. Parece que los tópicos,
en cuestión de género, siguen vigentes en la feria de Ceuta.
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