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OPINIÓN - DOMINGO, 31 DE JULIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Mi primera Feria
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Pinchan un disco en el establecimiento al que suelo ir casi todos los días y éste me aviva la memoria de aquella primera Feria que yo disfruté en esta ciudad. De aquellas Fiestas Patronales han transcurrido ya treinta años. Agosto de 1982. En aquel tiempo, cenar en los jardines del Hotel La Muralla, antes de visitar el recinto ferial, era ganarse el derecho a pasar unas horas gozando de un ambiente extraordinario. El recinto ferial era improvisado, por falta de terrenos, e hizo debatir a los políticos sobre la necesidad de contar bien pronto con un espacio fijo para tal menester.

Por los jardines del Hotel La Muralla paseaba la bellísima Romina Power, acompañada por Albano, su marido. Y todas las miradas se dirigían hacia la pareja, que actuaba esa noche en la caseta de los ejércitos. Mas de pronto apareció una joven que encandiló a todos los presentes. Iba acompañada por un hombre muy bien vestido. Quise saber quién era y me dijeron que aquella beldad era de Ceuta, pero lamento haber olvidado su nombre.

A los postres de aquella cena, Manolo de Castro, a quien se le solía subir el vino a la cabeza, nos dio un recital acerca de las grandes cualidades que atesoraba Juan Vivas; quien no dejaba de ser un funcionario aventajado. Pero De Castro, con los efluvios del alcohol, no cesaba de dedicarle ditirambos. De Castro procedía del sindicato vertical y, además de ocupar cargo en la Delegación del Gobierno, era uña y carne con Francisco Fraiz.

Aquella noche de Feria, cuando menos lo esperábamos, se presento Margarita Souvirón. Que era la secretaria de la Delegación del Gobierno. Margarita parecía una bibliotecaria, pero estaba muy buena. Y, claro, cuando Margarita hacía ¡achisssss! los caballeros respondían ¡Jesússsss! Los caballeros eran varios y se hacían los mejores artículos para que la Souvirón los distinguiera con esa mirada de tigresa que tanto furor causaba entre ellos. Vistiendo, la verdad sea dicha, no destacaba Margarita. Pues era un remedo de Soledad Becerril. Tan cursi siempre, luciendo modelos de colegiala con cuellos redondos, lacito y seda a cuadritos.

Entre los caballeros había uno que alardeaba de que iba a ser parlamentario muy pronto. Era Fraiz. A quien le reconocí enseguida lo bien que exponía las cuatro argucias políticas que se había aprendido de memoria y cómo las exponía sin pestañear. Y lograba engatusar a la concurrencia. Esa noche, viviendo mi primera Feria en Ceuta, me presentaron a José Luis Chaves. Estaba en una caseta llamada “La Esquina”. Y me dijo que no compartía la idea de que la Gran Vía era el mejor sitio para instalar la Feria. José Luis era partidario de instalarla en la antigua estación de ferrocarril y las Murallas del Ángulo. Estando con Chaves, me llegó la inconfundible voz de El Pali. Aunque cada vez más acentuada de nostalgia. Repleta de esa tristeza de quien tiene la certeza de estar ya viviendo su tiempo de prorroga. Porque sus alifafes se habían convertido ya en enfermedad incurable. Durante la Feria, la llegada de Lola Flores armó un revuelo impresionante. Me dio dos besos en cuanto me vio. Pues hacía años que nos había presentado Pepe Jiménez Bigote. Y pude ver muy enfadada a “Mari Trini” con la organización de los festejos. Mientras su secretaria Colette y Calleja, su pianista, estaban desquiciadas porque se habían topado con unos grifotas que habían pretendido hacer madre a la cantante. ¡Qué Feria aquella! Mi primera Feria en Ceuta.
 

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