Pinchan un disco en el
establecimiento al que suelo ir casi todos los días y éste
me aviva la memoria de aquella primera Feria que yo disfruté
en esta ciudad. De aquellas Fiestas Patronales han
transcurrido ya treinta años. Agosto de 1982. En aquel
tiempo, cenar en los jardines del Hotel La Muralla, antes de
visitar el recinto ferial, era ganarse el derecho a pasar
unas horas gozando de un ambiente extraordinario. El recinto
ferial era improvisado, por falta de terrenos, e hizo
debatir a los políticos sobre la necesidad de contar bien
pronto con un espacio fijo para tal menester.
Por los jardines del Hotel La Muralla paseaba la bellísima
Romina Power, acompañada por Albano, su
marido. Y todas las miradas se dirigían hacia la pareja, que
actuaba esa noche en la caseta de los ejércitos. Mas de
pronto apareció una joven que encandiló a todos los
presentes. Iba acompañada por un hombre muy bien vestido.
Quise saber quién era y me dijeron que aquella beldad era de
Ceuta, pero lamento haber olvidado su nombre.
A los postres de aquella cena, Manolo de Castro, a
quien se le solía subir el vino a la cabeza, nos dio un
recital acerca de las grandes cualidades que atesoraba
Juan Vivas; quien no dejaba de ser un funcionario
aventajado. Pero De Castro, con los efluvios del alcohol, no
cesaba de dedicarle ditirambos. De Castro procedía del
sindicato vertical y, además de ocupar cargo en la
Delegación del Gobierno, era uña y carne con Francisco
Fraiz.
Aquella noche de Feria, cuando menos lo esperábamos, se
presento Margarita Souvirón. Que era la secretaria de
la Delegación del Gobierno. Margarita parecía una
bibliotecaria, pero estaba muy buena. Y, claro, cuando
Margarita hacía ¡achisssss! los caballeros respondían ¡Jesússsss!
Los caballeros eran varios y se hacían los mejores artículos
para que la Souvirón los distinguiera con esa mirada de
tigresa que tanto furor causaba entre ellos. Vistiendo, la
verdad sea dicha, no destacaba Margarita. Pues era un remedo
de Soledad Becerril. Tan cursi siempre, luciendo
modelos de colegiala con cuellos redondos, lacito y seda a
cuadritos.
Entre los caballeros había uno que alardeaba de que iba a
ser parlamentario muy pronto. Era Fraiz. A quien le reconocí
enseguida lo bien que exponía las cuatro argucias políticas
que se había aprendido de memoria y cómo las exponía sin
pestañear. Y lograba engatusar a la concurrencia. Esa noche,
viviendo mi primera Feria en Ceuta, me presentaron a José
Luis Chaves. Estaba en una caseta llamada “La Esquina”.
Y me dijo que no compartía la idea de que la Gran Vía era el
mejor sitio para instalar la Feria. José Luis era partidario
de instalarla en la antigua estación de ferrocarril y las
Murallas del Ángulo. Estando con Chaves, me llegó la
inconfundible voz de El Pali. Aunque cada vez más
acentuada de nostalgia. Repleta de esa tristeza de quien
tiene la certeza de estar ya viviendo su tiempo de prorroga.
Porque sus alifafes se habían convertido ya en enfermedad
incurable. Durante la Feria, la llegada de Lola Flores
armó un revuelo impresionante. Me dio dos besos en cuanto me
vio. Pues hacía años que nos había presentado Pepe
Jiménez Bigote. Y pude ver muy enfadada a “Mari Trini”
con la organización de los festejos. Mientras su secretaria
Colette y Calleja, su pianista, estaban
desquiciadas porque se habían topado con unos grifotas que
habían pretendido hacer madre a la cantante. ¡Qué Feria
aquella! Mi primera Feria en Ceuta.
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