Me doy una vuelta por Rocafonda,
barrio periférico de Mataró, donde el 90% de sus residentes
son inmigrantes marroquíes y subsaharianos, con algún que
otro asiático colado.
La plazoleta de Colombia, una de las plazas del barrio, está
copada totalmente por niños moros, con sus madres, y
senegaleses (o de otras naciones del África negra), sin sus
madres.
En las barandas de hormigón de la mencionada plazoleta,
cientos de adultos descansan de no hacer nada. Como todos
los días, a todas horas.
Un harca, en recuerdo de las harcas de Ceuta, de chiquillos,
con pistolas y espadas de plástico, corre a toda velocidad
por la calle México irrumpiendo en un comercio de fotografía
y asaltando los dos cacharros (un jeep y un caballito) sin
monedas con las que ponerlos en marcha.
Alrededor de la plazoleta existen tres bares, semivacíos.
Los pocos clientes consumen cerveza, lo que los delata como
no inmigrantes.
La visión que tengo de este barrio es la que tendría de
estar en cualquier ciudad de Marruecos.
La vista gorda que hace Marruecos sobre la inmigración, hace
suponer que está lanzando mensajes a España, como si
quisiera recordar que puede crearle muchos problemas.
La oleada de pateras en el Estrecho así lo confirma.
Esta situación se ve gravemente agrandada por el efecto
llamada que propaga el propio reino alauita junto con el
lema publicitario de las mafias “en España hay trabajo y si
no, hay acogida para todos, las mujeres y los niños se
quedan para siempre y no se repatría a nadie”.
Prueba de eso está en la mencionada plazoleta mataronesa.
Conocemos que la gendarmería marroquí es demasiado
fácilmente sobornable y los pre-inmigrantes, instalados en
los alrededores de Ceuta y Melilla, lo saben perfectamente a
través de las mafias. Las filtraciones son frecuentes cuando
la gendarmería marroquí los permite. ¿lo permite?
¿No será una invasión pacífica en toda regla?
¿No escama que los últimos inmigrantes se dirijan a Granada?
Ya sabemos, todos, que Marruecos se siente especialmente
irritado contra España por las simpatías de los medios de
comunicación hacia la independencia del Sahara; con los
movimientos ciudadanos y la protección española a destacados
periodistas contrario a la monarquía alauita.
Pese a todo esto, podemos ver que comienza a hacer efecto
las protestas ciudadanas cuando un súbdito marroquí se
atreve a enfrentarse al todopoderoso Mohamed VI.
Por primera vez en la historia de ese país, un solo
ciudadano rompe el compromiso de pleitesía con su rey.
La Beia es un acto, en forma de contrato, que se hace cada
año mediante una ceremonia feudal que se celebra en la
explanada del Mechuar. Obliga al pueblo y al Mazjén a
someterse a la autoridad del rey, a cambio este les
defenderá, protegiéndoles, su seguridad.
La protesta de ese ciudadano marroquí está fundamentada en
el descubrimiento de la falsedad y corrupción que impera en
Marruecos, al denunciar la corrupción existente en el centro
donde trabajaba y recibir la respuesta, por parte del
presidente de la Instancia de Prevención de la Corrupción,
que no abriera el caso Mulay Yacub. El ciudadano marroquí
resultó despedido del Centro donde prestaba sus servicios
como director médico del Centro Termal de Fez.
Un poco de agua fría no vendrá mal al rey alauita,
precisamente cuando está tan próxima la fecha de la Fiesta
del Trono. El XII aniversario de su proclamación puede
resultar pasado por agua… si llueve.
Mientras, en Catalunya es condenado a seis años de prisión
un viejo conocido mío. Los devaneos con Hacienda, sobre todo
de la gente poderosa, llegan a esas consecuencias. Lo digo
por Josep Lluís Núñez, ex presidente del Barça y poderoso
inmobiliario.
En fin. La vida sigue, yo también y los inmigrantes siguen
llegando al país de los cinco millones de parados.
|