En el Cuerno de África no hay afán
por la riqueza, sino por sobrevivir. Es cuestión de vida o
muerte. El hambre, en ese vergonzante triángulo territorial
de calamidades, crece y se reproduce como una amenaza
constante, apenas se tiene oportunidad para mantenerse y
resistir, y cada cual busca su camino salvavidas como puede
y le dejan, en este mundo preñado de injusticias.
Ciertamente, han fracasado tantos sueños que la humanidad ya
no se reconoce ni en su voz interior, apenas siente por nada
ni por nadie, de lo contrario se podrían evitar muchas
tragedias. Con un poco de corazón que pongamos de nuestra
parte, se puede organizar un mundo más habitable, más
patrimonio de todos, menos salvaje y mucho menos soberbio.
Querer es poder, que se dice.
Vencer el hambre en el Cuerno de África es posible, como lo
es en cualquier parte del mundo, la cuestión radica en que
la humanidad se una para cambiar esta desesperante
situación. Desde luego, una parte del planeta no puede
desperdiciar alimentos mientras en otros lugares carecen de
ellos. Esa es la primera reflexión, el reparto equitativo y
no el derroche. Pero vayamos más allá de este inicial
juicio. En este caso, la actual crisis parece ser
consecuencia de diversos problemas como la sequía por el
clima extremo; pero también la falta de un gobierno central
que trabaje; y, asimismo, por la incapacidad de las agencias
de ayuda de entrar en el centro y sur de Somalia, controlado
por las milicias de al-Shabab. Permítaseme, pues, la
conclusión: mejorar las condiciones de vida de los más
pobres puede estar en todas las políticas, pero no suele
alzarse realmente en las políticas de combate que son las
que interesan.
Desde luego, en una zona de gran inestabilidad política,
económica y social, con permanentes conflictos, como lo es
el Cuerno de África; y que, sin embargo, reviste particular
interés para las potencias europeas y los Estados Unidos por
su localización estratégica, lo que urge es poner paz y
escuchar la voz de sus gentes, que es la voz de la miseria,
de los últimos entre los últimos. El día que, en verdad,
consideremos sus palabras será el comienzo del cambio. De
momento, mucho se habla de la deuda soberana, del
crecimiento económico y de la inestabilidad social como los
mayores desafíos que debe afrontar la economía mundial; y, a
mi manera de ver, muy poco de la desbordante crecida de
hambrientos que elevan hacia nosotros su grito de dolor,
esperando ser asistidos, más pronto que tarde.
El desafío, pues, que se nos plantea a toda la civilización
es nada menos que la conquista de un nuevo mundo, donde la
solidaridad se viva verdaderamente y los comportamientos
deplorables y corruptos, no tengan cabida en ninguna
estructura de poder; puesto que, el hambre, en el Cuerno de
África y en tantos otros pueblos, bebe del mismo vaso, de la
pérdida del orden moral en el mundo. Ya se sabe, que si la
vasija no está limpia, todo lo que en ella viertas se
corromperá. Buena enseñanza para tomar nota.
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