Yo la conocí cuando aspiraba a ser
la joven más bella de Ceuta. La más bella en todos los
sentidos. Una maja cuyas ilusiones estaban puestas en ganar
el título de su tierra para convertirse también en maja de
España.
A Cristina Díaz la entrevisté yo en los años noventa.
Años en los que ella deseaba obtener el mejor provecho de su
palmito y de su juventud. Aunque en el empeño hubiera de
exhibir su cuerpo en concursos. Cuerpo, dicho sea de paso,
que pronto dejaría huella en los jurados.
De manera que Cristina consiguió su meta: ser Maja de Ceuta
y también de España. Logros que fueron muy celebrados y se
llegó a decir de ella que estaba en el justo camino para
seguir destacando en el mundo de la belleza. Un mundo
difícil y donde sobresalir cuesta lo indecible.
Cristina, en aquel tiempo, me pareció a mí una joven muy
centrada. Muy práctica. Daba muestras evidentes de saber lo
que quería y no dudaba en poner a contribución de la causa
todo su empeño. Se veía a la legua que aquella mujer estaba
destinada a salirse casi siempre con la suya.
Al cabo de los años, una vez que la edad y el sentido común
la hicieron olvidarse de los concursos de belleza, Cristina
comenzó a hacer sus pinitos en los medios. Y dado que se
había preocupado por formarse, creo que estudió Magisterio,
dio muy bien tanto en la radio como en la televisión. Y
pronto fue capaz, con sus apariciones en la pantalla, de
sentarnos ante el televisor.
Un día, debido a que había adquirido fama y se hablaba de
ella muy bien en todos los aspectos, a mí se me ocurrió
acercarme a Cristina, con cierto sigilo y buenos modales,
para ver si me dedicaba un poco de su tiempo con el fin de
entrevistarla. Y la chica, ya con aires de estrella local,
me miró de frente y accedió a mi petición.
Ni que decir tiene que, durante mi petición, acordamos día,
hora y lugar donde ambos acudiríamos a realizar la
entrevista. Y un cuarto de hora antes del horario previsto
allá estaba yo con todos mis avíos de inquisidor. Dispuesto
a preguntarle a Cristina sobre su vida como periodista y
otras cuestiones de interés para mis lectores.
Y Cristina, la chica que seguía luciendo palmito, tanto o
más que cuando se presentaba a los concursos de belleza, me
dio plantón. Jamás compareció a nuestra cita. Ni tuvo el
detalle de llamarme para comunicarme su inasistencia. Y,
claro, a mí estuvo a punto de darme un soponcio. Nunca pude
imaginar yo que CD hubiera podido dejarme tirado. Pero lo
hizo. Y a mí se me ocurrió, como no podía ser menos,
criticarle su proceder en un artículo.
Y a Cristina, ya con aires de estrella local, le sentó como
un tiro mi crítica. En la que le hablaba de buena educación.
Y jamás volvió a dirigirme la palabra. Hasta que un día, en
un encuentro casual, le pregunté y me dijo que alguien, con
mando en Radio Televisión Ceuta, le había prohibido dejarse
entrevistar por mí. Y se quedó tan pancha. Lo cual no
impidió mi defensa de ella ante los ataques que recibió por
parte de los políticos de Caballas.
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