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OPINIÓN - VIERNES, 29 DE JULIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Cristina Díaz
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Yo la conocí cuando aspiraba a ser la joven más bella de Ceuta. La más bella en todos los sentidos. Una maja cuyas ilusiones estaban puestas en ganar el título de su tierra para convertirse también en maja de España.

A Cristina Díaz la entrevisté yo en los años noventa. Años en los que ella deseaba obtener el mejor provecho de su palmito y de su juventud. Aunque en el empeño hubiera de exhibir su cuerpo en concursos. Cuerpo, dicho sea de paso, que pronto dejaría huella en los jurados.

De manera que Cristina consiguió su meta: ser Maja de Ceuta y también de España. Logros que fueron muy celebrados y se llegó a decir de ella que estaba en el justo camino para seguir destacando en el mundo de la belleza. Un mundo difícil y donde sobresalir cuesta lo indecible.

Cristina, en aquel tiempo, me pareció a mí una joven muy centrada. Muy práctica. Daba muestras evidentes de saber lo que quería y no dudaba en poner a contribución de la causa todo su empeño. Se veía a la legua que aquella mujer estaba destinada a salirse casi siempre con la suya.

Al cabo de los años, una vez que la edad y el sentido común la hicieron olvidarse de los concursos de belleza, Cristina comenzó a hacer sus pinitos en los medios. Y dado que se había preocupado por formarse, creo que estudió Magisterio, dio muy bien tanto en la radio como en la televisión. Y pronto fue capaz, con sus apariciones en la pantalla, de sentarnos ante el televisor.

Un día, debido a que había adquirido fama y se hablaba de ella muy bien en todos los aspectos, a mí se me ocurrió acercarme a Cristina, con cierto sigilo y buenos modales, para ver si me dedicaba un poco de su tiempo con el fin de entrevistarla. Y la chica, ya con aires de estrella local, me miró de frente y accedió a mi petición.

Ni que decir tiene que, durante mi petición, acordamos día, hora y lugar donde ambos acudiríamos a realizar la entrevista. Y un cuarto de hora antes del horario previsto allá estaba yo con todos mis avíos de inquisidor. Dispuesto a preguntarle a Cristina sobre su vida como periodista y otras cuestiones de interés para mis lectores.

Y Cristina, la chica que seguía luciendo palmito, tanto o más que cuando se presentaba a los concursos de belleza, me dio plantón. Jamás compareció a nuestra cita. Ni tuvo el detalle de llamarme para comunicarme su inasistencia. Y, claro, a mí estuvo a punto de darme un soponcio. Nunca pude imaginar yo que CD hubiera podido dejarme tirado. Pero lo hizo. Y a mí se me ocurrió, como no podía ser menos, criticarle su proceder en un artículo.

Y a Cristina, ya con aires de estrella local, le sentó como un tiro mi crítica. En la que le hablaba de buena educación. Y jamás volvió a dirigirme la palabra. Hasta que un día, en un encuentro casual, le pregunté y me dijo que alguien, con mando en Radio Televisión Ceuta, le había prohibido dejarse entrevistar por mí. Y se quedó tan pancha. Lo cual no impidió mi defensa de ella ante los ataques que recibió por parte de los políticos de Caballas.
 

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