La fachada trasera del colegio Reina Sofía mantiene desde
hace una semana pintadas que reflejan la animadversión
contra la UIR de la Policía Local. Una de ellas además es
específica contra un agente, al que conocen por su
indicativo.
Es incontestable la dificultad que entraña el barrio del
Príncipe, incluso, para sus propios vecinos, ciudadanos que
demandan por un lado seguridad y que piensan en que vivir en
paz sería su ideal, así se expresa Mohamed que, bien
involucrado en el día a día del barrio desde las filas
traseras de la representatividad oficial, prefiere mantener
-por seguridad- el anonimato. Y ese es el quiz, ‘la
inseguridad’, el temor por ser considerado un ‘chota’
(chivato), por ‘atreverse’ a señalar a los violentos, a los
incívicos. Eso no se perdona en la ley paralela impuesta por
quienes utilizan el barrio como refugio de sus actividades
ilegales. Son los que realmente dominan la barriada.
Mientras que los vecinos piden policías, otros protestan
cuando la presencia es más notoria. Incluso otros apedrean
vehículos policiales.
Cuando los controles a la entrada y salida del barrio se
hacen más insistente, se protesta; cuando se actúa
policialmente, se amenaza con pintadas como las que aparecen
en las fachadas de la barriada. Es una zona conflictiva
donde los que suelen vivir al margen de la ley duermen de
día y viven de noche. No sólo en el Príncipe. En este ‘modus
vivendi y operandi’ también hay que incluir a Rosales,
Poblado de Sanidad, Regulares y Juan Carlos I, las distintas
sedes en donde residen los variopintos miembros de la
delincuencia ceutí. Su actividad fluctúa en función de
cuántos entran o salen de prisión.
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