Mi memoria sigue siendo
privilegiada. Y decido presumir de ella hasta el punto de
que alguien pueda decirme que ésta no deja de ser la
inteligencia de los tontos. Lo cual me importa un bledo y
parte del otro. Así que me dispongo a hacer uso de mis
recuerdos de unos hechos ocurridos en 2003. A finales del
mes de julio.
Regresaba yo de Huelva donde había vivido intensamente unas
Fiestas Colombinas dedicadas a Ceuta. Durante la travesía de
vuelta a esta ciudad, varios de los miembros pertenecientes
al Gobierno me preguntaron si yo iba a participar en la
guerra que se había desatado entre El Pueblo de Ceuta y El
Faro.
Una guerra causada porque al presidente de la Asociación
Deportiva Ceuta se le acusaba de manejar las cuentas a su
antojo. Y dije que no. Que me parecía una canallada
perseguir al presidente de la ADC porque sí. Sin pruebas. Ya
que el viceconsejero del ICD, Víctor Iñiguez, había
dado su conformidad a una auditoría presentada por el club y
realizada por una empresa auditora muy reputada.
En aquellos entonces, yo desempeñaba mi tarea como
columnista en El Faro. Y pude darme cuenta de que algunos
miembros del Gobierno en aquel tiempo sentían pocas
simpatías por el presidente de la ADC. Es más, el comentario
generalizado entre ellos era el siguiente: ojalá que la ADC
no ascienda con JAM de presidente. Pues entre ese ascenso y
siendo editor de un periódico que va adquiriendo mucho
poder, cualquiera es capaz de aguantarle.
En El Faro se me pedía insistentemente que yo escribiera
reclamando claridad en las cuentas del primer equipo local.
Y, cada vez que eso sucedía, yo no me cortaba lo más mínimo
en decirle a la directora que esa denuncia le correspondía a
ella. Y no tenía el menor inconveniente en redoblar el
tambor: el viceconsejero del ICD, Víctor Iñiguez, no cesa de
decir que las cuentas de la ADC están auditadas por una
empresa de mucho prestigio. Cuyo nombre me ha venido a la
mente en estos momentos: Ernst & Young.
Así, durante bastantes días, me estuve negando a acusar al
presidente de la Asociación Deportiva de Ceuta de ocultar
las cuentas. Y, claro, ni que decir tiene que me fui ganando
la inquina de quienes deseaban a toda costa acabar con
José Antonio Muñoz cual presidente de una entidad que
era ya codiciada por personas afines a los gobernantes y muy
cercanas al periódico decano.
Personas que formaban un grupo capaz de resultar homogéneo
para conseguir logros que redundaran a favor de intereses
particulares aunque en el empeño saliera perjudicado el
club. Cuando José Antonio Muñoz decidió dejar la presidencia
se produjo entre las autoridades una alegría inaudita. Ya
que, al fin, se les quedaba el camino expedito para
convertir al primer equipo local en el juguete municipal,
federativo y, cómo no, también del periódico añejo. De no
ser así, qué coño pintaba un empleado de ese medio como
contable. ¿Recuerdan la campaña ‘Un Faro-Una entrada’?
Resumiendo: que haría muy bien JAM en afrontar esta
temporada con las ilusiones que suele poner cuando dirige el
club. Pero lo más conveniente para él y para El Pueblo de
Ceuta es que deje la presidencia cuanto antes. Pues las
cosas no han cambiado: la aversión de algunos hacia él sigue
viva y coleando.
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