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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 27 DE JULIO DE 2011

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Condena a los que atacan la libertad de información

El ataque gratuito de ayer a los dos fotógrafos de este diario es inadmisible. Estos compañeros realizaban su trabajo y ejercían con ello la libertad de expresión e información, consagrada en el artículo 20 de la Constitución Española, que recoge el derecho a dar y recibir una información veraz. Eso es lo que hacían los profesionales de esta casa. Fidel Raso y Reduan Dris han sido víctimas de agresiones intolerables que deben merecer el repudio de una sociedad democrática, pues en democracia el papel de la prensa, ejercido en términos de responsabilidad, es fundamental. Varios individuos se dedicaron durante un entierro a empujar al primero, al que causaron importantes lesiones con una acción que podría haber tenido muy graves consecuencias, y a destrozar uno de los vehículos del diario, perfectamente identificado con la cabecera de EL PUEBLO DE CEUTA. Al otro compañero le apredrearon y se hirió con los cristales rotos del coche. Los hechos se produjeron en el sepelio de uno de los integrantes de las Brigadas Cívicas, Karim Mohamed, asesinado en Príncipe Alfonso el domingo. Un río de personas seguía al féretro en silencio pero, al parecer, algunos no habían ido allí para despedir a este vecino de la barriada, sino para impedir que EL PUEBLO informara de manera rigurosa -como busca hacer siempre- de una noticia.

Desde este editorial queremos expresar nuestra repulsa a estas acciones y condena a sus autores, que no han mostrado respeto alguno ni hacia estos profesionales de la información ni hacia las personas que lloraban a Karim. También hay que dar las gracias a quienes se han preocupado por ellos, como ha sido el caso del delegado del Gobierno, José Fernández Chacón, quien mostró su respeto y su apoyo al conocer los hechos. Ahora tan sólo deseamos la pronta recuperación de los compañeros y, sobre todo, que se haga justicia, no sólo con ellos, sino para todos aquellos que se juegan la vida o su integridad física en su servicio a la sociedad y también con los vecinos del Príncipe que observan indefensos cómo unos pocos manchan el nombre de esta barriada y de la gente de bien.
 

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