Un fin de semana fuimos a Arbúcies
(Girona) para disfrutar de las delicias de la naturaleza a
pie de Montseny.
Aparcamos al lado del río e inmediatamente mi hijo pequeño
se fue directamente al agua. En esa zona está permitido
bañarse, si por bañarse entendemos que se moje los pies
hasta la altura del tobillo, dado el escaso nivel de las
límpidas agua pluviales.
Realmente no fue a bañarse. Fue a ‘pescar a mano’ unas
cuantas crías de carpa. Consiguió capturar ocho crías del
tamaño de un centímetro poco más. Las metió en un vaso de
plástico.
Contento nos pidió regresar a casa para meter a las crías de
carpa en una pecera que tenía vacía, ya tenemos otra pecera
con siete peces de colores como él los llama, y, después de
comer un buen yantar en uno de los restaurantes de
carretera, regresamos a casa.
Llegados a casa y metidas las crías en la pecera,
debidamente adecentada, al poco tiempo murieron siete. Mi
hijo, que es muy observador en cuanto se refiere a la flora
y fauna, me suelta que soy muy mal matemático ya que sólo
han muerto seis…
Retiramos las seis crías fallecidas y mientras iba hacía el
‘cementerio de peces’ que no es otro que la taza del wáter,
la señora de la casa coge a una de las crías y la suelta en
la pecera grande. Ni que decir tiene que en cuestión de
segundos uno de los peces de colores, el de tonos azules y
rosados, se la engulle sin miramientos para consternación de
la madre de mi hijo, que ignora la ‘fechoría’.
Sólo queda una cría superviviente y hasta ahora sigue
nadando de un lado a otro de su pecera, comiendo y
creciendo…
Si extrapolamos esto a la noticia de que ahora resultan que
son 76 muertos en el doble atentado de Oslo y Utoya, cambio
de cifras demasiado drástico, nos damos cuenta de la
necesidad de no precipitarnos en dar las noticias.
Mientras tanto, el supuesto autor de esos dos atentados se
declara no culpable aunque asegura que es el autor material
de todo ese crimen.
La violencia sigue ‘in crescendo’ en la sociedad actual.
Lo ocurrido en Ceuta, en la barriada del Príncipe, es una
carpeta más que agregar a la ya larga lista de incidencias
criminales que ocurren ante nuestras propias narices.
No estaría de más que los medios de comunicación, sobre todo
las televisiones, redujera sus series donde el crimen, las
matanzas y la sangre (aunque sean de botes enteros de
kétchup) corren como fórmulas 1 y produjeran más series
encaminadas a mantener la sonrisa en los rostros de los
telespectadores.
En estas series abunda la morbosidad. Más en las americanas
estadounidenses. Parecen que son justificaciones visuales
del derecho de uso de las armas por parte de los ciudadanos
de ese estado. Además de que las relaciones entre sus
personajes resultan de un estilo reaccionario rayano en el
esperpento.
Además, son series que promueven la ‘educación de
criminales’ y dan ideas de cómo hacer el crimen perfecto.
Malo.
También ‘in crescendo’ va la crisis de la economía mundial
con las continuas calificaciones a la baja de las llamadas
“agencias de calificación” que deducen a su antojo cómo será
la economía de cada país…
Grecia no será capaz de pagar sus deudas; los EE.UU no
consiguen subir el techo del gasto; Rodríguez Zapatero se
coloca al lado de Cameron en “Downing Street” para decir que
Europa no va a dejar caer a Grecia, mientras los españoles
vamos cayendo en la cuenta de que ya no llegamos ni a
mediados de mes.
En fin. La vida sigue, yo también. “Priscilla”, la nueva
carpa del acuario, sigue bien, gracias.
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