Con Antonio Soto habré
hablado yo tres veces. La primera fue cuando conduciendo su
taxi fue asaltado por un individuo que le causó problemas
psicológicos. La segunda fue para conversar de fútbol y,
concretamente, acerca de sus aspiraciones como árbitro. Y la
tercera se debió a que un día me paró para decirme lo mucho
que estaba disfrutando con mis escritos dedicados a Luis
Manuel Aznar, siendo éste director de ‘El Pueblo de
Ceuta’ y yo columnista de ‘El Faro’. De lo dicho, y aunque
no me gusta jurar, créanme que puedo poner por testigo a
Undivé. Acogiéndome a ese ramalazo gitano que me corre por
las venas.
Antonio Soto nunca me cayó mal. Mejor dicho: siempre me cayó
muy bien. Hasta el punto de que gozaba de mi consideración.
Pero debo reconocer que mi ojo clínico, en este caso, me ha
fallado lamentablemente. Lo cual me produce una enorme
frustración. Ya que lo tenía muy considerado y creía que era
capaz de jugar limpio incluso siendo presidente del Comité
de Árbitros de Ceuta.
Daba alegría ver participar a AS como comentarista en los
partidos que nos daba Radio Televisión Ceuta del primer
equipo local. Tan modosito él, tan observador minucioso de
los árbitros, tan dado a exigirles a éstos una neutralidad
basada en la honradez, por encima de todo. A veces, cuando
Antonio Soto se dejaba ver en la televisión pública y emitía
sus opiniones sobre los árbitros, con esa serenidad que
solamente sacan a relucir las personas de orden y
preparadas, a mí se me caía la baba. Y no tenía el menor
inconveniente en decirme: he aquí a un dirigente brillante
en una actividad donde los corruptos son los que consiguen
medrar.
Y a punto estuve de escribir de Antonio Soto, presidente del
Comité de Árbitros, pidiendo para él un reconocimiento por
entender que lo tenía más que merecido por su forma de
comportarse en los programas de televisión dedicados a la
Asociación Deportiva Ceuta. Mas como Undivé es justo, supo
refrenar mis deseos de dedicarle ditirambos al presidente
del Comité de Árbitros de Fútbol de Ceuta. Porque de haberlo
hecho, no me cabe la menor duda de que en estos momentos
tendría que andar escondiéndome por los rincones.
Avergonzado de haber elogiado la forma de ser de un tío que,
si tuviera lo que hay que tener, debería haber dimitido ya.
Pidiendo, además, todas las disculpas, habidas y por haber,
por haber propiciado el escándalo en que se está viendo
envuelto el fútbol ceutí, en categoría juvenil.
Un escándalo que marcará el fin de una época concerniente a
una Federación viciada, corrompida y necesitada de grandes
bocanadas de aire fresco. De no ser así, o sea, si Antonio
Soto, en vez de dimitir, sigue amenazando a los árbitros que
han decidido denunciar la corrupción, puede acabar siendo
víctima de su propia ineptitud. Lo cual no es grave. Pues él
no deja de ser un cero a la izquierda en el entramado del
fútbol local.
Lo grave es que si se obstina en mantenerse en su cargo
persiguiendo a las personas que han denunciado hechos tan
lamentables, puede que esté propiciando la ruina de otras
personas.
Personas que están, indudablemente, por encima de Antonio
García Gaona, presidente de la Federación de Fútbol de
Ceuta. Por consiguiente, a Soto, presidente del Comité de
Árbitros, sólo le queda una salida digna: dimitir cuanto
antes y sin rechistar.
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