Un nuevo capítulo en la violencia
soterrada que desde hace años padece la ciudad. A modo de
estallido con el asesinato de un trabajador Karim Mohamed,
padre de familia y vecino de una barriada del Príncipe que
asiste con indignación, miedo e incredulidad a esta escalada
que ya trasciende al tiro en las piernas disparado en plan
intimidatorio. Ajuste de cuentas, luchas por el territorio,
venganza por ser “amigo de”, aviso mortífero, reafirmación
del liderazgo, son muchas las causas que pueden hacer saltar
la chispa del enfrentamiento y cuento lo que he vivido y
visto en mi condición de vieja penalista. Clanes gitanos
inmersos en luchas fraticidas que suelen acabar con el
destierro de una de las partes, bandas latinas, Ñetas contra
Latin King ´s, familias enemistadas por disputas virulentas
que acaban con muertos. La sensación de inseguridad
ciudadana que aumenta tras cada suceso y las lógicas
críticas a la Policía, las más de las veces inmotivadas,
porque si no se sorprende a los criminales en un delito
flagrante ha de iniciarse una investigación que supone horas
y horas ante las pantallas de los ordenadores, mucha labor
de codos y de estudio, andar hilando fino sobre cada indicio
para que llegue un momento en que, contrastado con la
realidad, llegue a constituir una prueba.
Y nuestro Cuerpo Nacional de Policía no es como el de otros
países donde se mueven por instinto y “a la tremenda”, aquí,
dejando aparte los casos perversos que vienen teledirigidos
desde las Alturas y que presentan connotaciones políticas
(véanse Ballena Blanca: 43 detenidos televisados y cinco
condenados o Marta Domínguez y el montaje de la Operación
Galgo, por no hablar de Malayas y similares) repito, en los
casos “limpios” sin influencias externas donde se deja “ser
policías” a los policías y que operen según su leal saber y
entender, nuestros inspectores de la Policía Judicial y de
la Udyco tienen a muy pocos cuerpos europeos que les puedan
echar la pata por encima. Porque, siempre que no ande la
política por medio, nuestros “maderos” se mueven “a la
española” es decir con cabezonería baturra, retranca
gallega, astucia madrileña y creatividad meridional. Son
como las estalactitas y las estalagmitas que a la postre se
deben a una única gota de agua goteando insistentemente en
el tiempo, la gota nunca se cansa, va a lo suyo, siempre al
mismo ritmo pausado pero con una tozudez inexorable. Y
encima tienen mala leche. Me refiero a la Policía que no a
las estalactitas ni a las estalagmitas. Van a lo suyo y me
consta que “lo suyo” es llevar cada investigación hasta el
límite, sin acceder al desaliento, falla una vía, vuelven al
principio de la carrera y toman otra vía alternativa y luego
otra. Es labor de termitas y como los xilógafos van
horadando la estructura de la causa, vaciándola de
incógnitas, atando cabos, desatando otros cabos y la
carencia de medios técnicos a veces, de personal otras y de
infraestructuras espectaculares siempre, la suplen con la
testarudez y con la profesionalidad. Porque todos sabemos
que dedicarse a la investigación en España no es lo mismo
que hacerlo en los Estados Unidos de América donde las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen a su
alcance todos los medios, todas las posibilidades y no hay
quien les encorsete y si tienen que abatir a un criminal lo
abaten y Santas Pascuas. Aquí no. Aquí estamos en el Estado
de “las garantías para los malos y la crueldad para los
buenos” y hay que cogérsela con papel de fumar, por ahora.
Hasta que quiera Dios bendito que lleguen los tiempos de la
regeneración democrática, le demos al Sistema la vuelta como
a un calcetín, cambien las leyes, se endurezcan las penas y
se acabe la repugnancia de detener hasta cien veces al mismo
ladrón porque las cien veces roba menos de cuatrocientos
euros y queda en libertad. Lógico que políticos y
legisladores, Dios les confunda, consideren con sus
sueldazos la cantidad de cuatrocientos euros como una mierda
o una nimiedad, cuando si le roban ese dinero a un parado
supone el que ese mes no va a tener para comer. ¿Saben los
Poderosos, malditos sean, lo que es esa suma para un
pensionista y la tragedia que supone su pérdida?. Pero no me
voy a lanzar a remover la porquería que nos ahoga y en la
que nada tienen que ver nuestras Fuerzas de Orden Público
sino la porquería de leyes que padecemos, los pésimos
sueldos de quienes las aplican y la miseria que cobran
quienes, a pie de calle, se juegan a diario los huevos por
garantizar nuestra seguridad.
¿Guerra de bandas en Ceuta? Poquito a poquito, que se deje
actuar a los investigadores, que no se les ocupe y preocupe
la sesera en temas distintos a “lo suyo” porque les digo y
les proclamo que “lo suyo” lo hacen de puta madre,
callandito, callandito y que en Ceuta tenemos a un Delegado
de Gobierno al que hay que dar unos papeles para que se
quede “fijo” algunos años más, pongamos veinte y a un Jefe
Torres que cuando lleguen los buenos tiempos no se lo van a
llevar a los madriles “ a los ringorrangos” porque en Ceuta
se puede armar una que deje en verbena de barrio “la toma de
la Bastilla”. Yo, como profesional poco sospechosa de
ejercer de “profesional de la buena conciencia” aconsejo
confianza absoluta, si quienes manejan el cotarro fueran
unos mantas o unos gilipollas o más flojos que un muelle de
guita, saben ustedes que no dudaría en proclamarlo y
pregonarlo con entusiasmo. Y lo mismo que algunas Brigadas
Centrales me han producido náuseas y sensación de
repugnancia infinita, amen de un bochorno total, les digo
que los profesionales de los que disponemos en Ceuta son a
nivel nacional “la créme de la créme” y gozan de una
reputación de “toma pan y moja” para orgullo de las Alturas
que se ufanan mucho de la profesionalidad de los de Ceuta
cuando no tienen por qué ufanarse porque ellos están en
Madrid y los de aquí es aquí donde dan el callo. Vale.
¿Guerra entre bandas? Cuidadín, cuidadín, que tanto las
estalactitas como las estalagmitas tienen muchos picos y
aristas afiladas y si se caen encima de un malo lo ensartan.
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