Una vez más, Ceuta se viste de
gala para pasar una semana en la calle, en medio de fiestas,
carruseles y todo lo que conforma una de las ferias típicas
del sur de España.
Son ocho días que rompen la tranquilidad constante de la
Ceuta normal. Son ocho días en los que se cambia la forma de
vivir y en los que de esa tranquilidad se pasa a un continuo
movimiento, especialmente por la noche.
De todas formas, esta feria puede ser un poco atípica, por
cuanto el comienzo del Ramadán, nada más iniciarse la feria,
hará perder una parte de la población que, también,
disfrutaba a tope de esta semana festiva.
Ahora mismo, cuando salen a la luz estas líneas, ya
comienzan a instalarse todas las atracciones que, a pesar de
estar en época de crisis, también este año serán muchas.
Unas atracciones con el aliciente de los pequeños, muchas de
ellas, pero que, a lo largo de los días, son muy utilizadas
por los mayores, también.
Casetas, conjuntos, atracciones de todo tipo y el alcohol
que corre, especialmente a lo largo de las noches, sin
apenas tener unos minutos de calma.
Los feriantes pretenden hacer su agosto y casi toda la feria
va a transcurrir en este mes.
Los más aburridos rompen, aunque sea por unos días, tan
sólo, ese tedio que llevan a lo largo del año y se olvidan
de que lo suyo es más la calma que el ajetreo ferial.
Particularmente, no he disfrutado, en muchas ocasiones, todo
el ambiente festivo. Sólo un par de veces coincidí, por pura
casualidad, con la feria en nuestra ciudad.
Por ello, estoy seguro de que me quedo a medio camino entre
lo que es, de verdad, el ambiente de Ceuta, durante todos
estos días y el ambiente que yo recuerdo.
Y de la feria, más bien de su final, lo que no podemos
olvidar es que en el trasiego de la recogida de todas las
atracciones, con sus carruseles y cochecitos, ahí están
esperando, como agua de mayo, una serie de personas, para
ver si suena la flauta y son capaces de poder pasar el
estrecho ocultos entre las redes, los raíles o las jaulas de
lo que sea.
Es el otro aspecto de la feria, la búsqueda al final de la
misma de una vía que lleve a algunos fuera de nuestra
ciudad, buscando el Edén, que no existe, en la propia España
o en cualquier lugar de Europa, para salir de la penuria,
tras haber abandonado el CETI.
Para eso, sin embargo, tienen que pasar muchos días aún,
primero por los preparativos de todos los montajes, luego
con la utilización de los “cochecitos locos” y los
carruseles, y más tarde con el desmontaje y la recogida de
todo aquello que se estuvo utilizando.
Sólo entonces, cuando ya todo acabó, llega el intento de
colarse entre dos piezas de las más grandes, para salir de
Ceuta.
Eso, por cierto, cada vez es más complicado. Las nuevas
tecnologías averiguan todo lo que va en un camión, por
grande que sea, a la velocidad del rayo. Aun así la
esperanza sigue en más de uno.
Al estar lejos, en estos días, me dicen desde ahí que las
propagandas de lo que va a haber son de todo tipo y que no
faltará nada. A esto si que tengo que responder que faltar,
en Ceuta, viene faltando desde hace años lo más típico de
cualquier feria de España, una corrida de toros. Por algo
había que ser diferentes y por ese camino lo seguiremos
siendo, distintos a Algeciras o La Línea, por poner dos
simples ejemplos.
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