Lunes 18.
Debo confesar que a veces, más veces de las debidas, me
suelo despistar muchísimo. Y para muestra un botón: acabo de
enterarme de que Kissy Chandiramani es la directora
gerente de los Servicios Turísticos de Ceuta tras haber
sustituido a Aquiles Ruiz. Mi despiste es monumental.
Ya que la noticia fue publicada el 23 de junio en este
periódico. Así se lo confieso a la directora gerente que va
acompañada con la señora Mendoza, que es la que me pone al
tanto de que Kissy es su nueva jefa. Kissy estudió en La
Soborna. Nada más y nada menos. Un lujo para cualquier
persona. Kissy es mujer atractiva. De facciones que se meten
por los ojos. Y ha dado muestras evidentes, durante
bastantes años, de hacer de la prudencia un seguro de vida.
De su vida política. Eso sí, en alguna que otra ocasión me
percaté de que no sentía mucha simpatía por este periódico.
Y no tuve el menor inconveniente en decirle que tratara por
todos los medios de enmendar yerros. Pues bien, aunque sea
tarde, ya sé que Kissy Chandiramani sigue ocupando un cargo
relevante. Así que le deseo que todo le vaya muy bien. Y,
desde luego, le aconsejo que siga atenta a cuanto dice este
medio. Pues el verde le sienta la mar de bien a su estupenda
morenez.
MARTES. 19
Varios diarios de tirada nacional, entre ellos Marca, han
publicado las declaraciones de Hamido Abselam Mehdi,
árbitro de fútbol que, tras verse descendido de categoría,
acusó de corrupción al Comité de Árbitros y a la Federación
de Fútbol de Ceuta. A mí, como comprenderán quienes me hayan
venido leyendo durante años, no me han sorprendido las
denuncias de Mehdi. Puesto que antes que él, o sea, que
Mehdi, yo no he cesado de pedir a voz en cuello la necesidad
que había de meter la linterna en las cuentas de la FFC.
Porque la contabilidad del citado organismo es chapucera. Y
cada vez que me pronunciaba, salían poniéndome como chupa de
dómine en el periódico añejo. Mientras el mismo periódico
nunca ha dejado de hacer campaña contra los dirigentes del
organismo federativo melillense. Lo cual me parecía, y me
sigue pareciendo, una contradicción enorme. Una forma de
actuar discriminatoria con el único fin de proteger a una
persona cuya vida como presidente de la Federación fue un
desastre en todos los sentidos. El desastre que, sin duda
alguna, ha heredado Antonio García Gaona. Porque él
ha querido, claro que sí. Y ahora viendo el panorama
inmediato al hombre no le llega la camisa al cuerpo. Dirán
ustedes, tal y como decía el portavoz del Gobierno la semana
pasada, que nada tiene que ver la corrupción arbitral, si la
hay, con la auditoria que está pidiendo a gritos la FFC, y
se equivocan. Y explico el motivo: si las cuentas de la
Federación han sido siempre las del Gran Capitán, el
dirigente de ese organismo no tendría por qué pararse en
barras a la hora de hacer lo que le viniera en ganas en
otras dependencias futbolísticas en las que el también tiene
voz y voto.
Miércoles. 20
He venido leyendo, en los últimos días, casi todo lo que se
ha venido escribiendo sobre la República y el golpe de
Estado que acabó con ella, tras una guerra cruenta. De ella
se han cumplido 75 años. Y hay un personaje que siempre
suscitó mi atención y, por tanto, siempre me he interesado
por conocerle mejor. Se trata de Azaña. Manuel Azaña
paró los pies de la Iglesia, aprobó una reforma agraria,
trastocó el orden militar y dinamitó el centralismo español.
Fue un modernizador ilustrado, liberal y prematuro. “Y antes
y después de la guerra sostiene que España debe gobernarse
con razones y con votos. Mientras que la generación del 14
pensaba que el problema de corrupción de la democracia era
la democracia, Azaña decía que el problema era la
corrupción”. En otro país podría haber pasado a la historia
como un padre del Estado moderno, pero la campaña en su
contra le condenó a la esquina de los malditos. Días atrás,
reunido con unos coroneles situados ya en la reserva, saqué
a relucir el nombre de Azaña y lo único que me pudieron
decir es que en la Academia Militar de Zaragoza les hablaban
de él como si hubiera sido un demonio. Lamentable.
Jueves 21
Llevo ya dos días sin pisar la calle y, por tanto, se me
echa de menos en los sitios que suelo frecuentar cuando
decido pasearla. Así que hoy, cuando la mañana avanza para
convertirse en mediodía, ya ha sonado dos veces el teléfono
para saber de mí. La primera llamada corresponde a un buen
aficionado al fútbol con el que he hecho buenas migas este
verano y que, días atrás, me celebró la columna que le
dediqué a Juan Arza, conocido como el Niño de Oro, y
cuya categoría futbolística no se vio premiada con el número
de partidos internacionales que debió jugar el navarro de
Estella. Aunque sevillano porque en esa tierra vivió gran
parte de su vida y estuvo considerado estrella indiscutible
en lo suyo. Pero mi interlocutor quería saber, dado que
llevaba dos días sin verme, si acaso había estado yo viendo
jugar a la Asociación Deportiva Ceuta en Cartaya. Y le dije
que no. Después recabó mi opinión sobre los pareceres
publicados acerca de que el equipo entrene fuera de Ceuta.
La misma pregunta que me hizo la persona de la segunda
llamada. A ambas les prometí hacer una columna relacionada
con ese asunto.
Viernes. 22
Vicente del Bosque, como jugador, maniobraba con una
lentitud pasmosa. Una lentitud corporal combatida por su
velocidad mental. Sus pases a larga distancia eran tan
precisos como eficaces. Pues bien, con sus cualidades y
defectos, supo hacerse un hueco en el Madrid, tras varias
cesiones, y consiguió fama. La que fue aumentando con el
paso de los años tanto como técnico de la Casa como cuando
se convirtió en entrenador del primer equipo. Su estrella
parecía declinante cuando marchó a Turquía. Menos mal que
Fernando Hierro insistió para que Del Bosque, su amigo,
fuera el sustituto de Luis Aragonés. Y esa decisión
hizo posible lo que todos sabemos: que la selección española
ganara el Campeonato del Mundo. A partir de entonces, Del
Bosque no ha cesado de recibir homenajes y de ser
galardonado. Ora aquí, mañana allá, pasado acullá y, cómo
no, en Ceuta también. Fechas atrás, nos enteramos por medio
del portavoz del Gobierno, Guillermo Martínez, que el
Grupo Parlamentario Popular está decidido a proponer a la
selección nacional, con Del Bosque a la cabeza, para que sea
distinguida con una Medalla Autonómica. Lo cual me parece
acertado. Pero cabe la pregunta, y me la hago: ¿con la que
está cayendo sobre la Federación de Fútbol de Ceuta, con las
declaraciones habidas acerca de la corrupción que existe en
el fútbol juvenil y la oscuridad que reina en las cuentas
del organismo, con qué cara los dirigentes federativos y las
autoridades locales van a recibir a los que están
considerados como héroes nacionales del deporte rey?
Sábado. 23
Tras varios días sin salir de casa, hoy, en cuanto he
cumplido con mis deberes laborales, he ido de prisa y
corriendo a refugiarme un par de horas en la piscina a la
que suelo acudir. Y, como siempre, he tenido la ocasión de
compartir un rato de charla con una de las personas que,
procedentes de la Península, llevan años viniendo a Ceuta
por estas fechas. La conversación ha girado en torno al
periodismo. Ya que mi interlocutor es gran lector de
periódicos. Incluso me consta que le hubiera gustado haber
sido periodista. Lo primero que me ha preguntado es si yo
creo que el periodismo es más pasión que ciencia. Y se me ha
ocurrido responderle que hay quienes defienden a ultranza
que el periodismo no es una pasión, sino una ciencia, algo
que se adquiere canónicamente en algunas de esas facultades
por las que no pasaron muchos que están enterrados en los
cementerios o prematuramente confinados en los divanes del
Inserso pero que permanecen inmortales en los anales de la
profesión y en el corazón de la gente. Y no tengo el menor
inconveniente en sacar a relucir varios nombres de los
grandes que no pasaron por la Facultad y tuvieron la suerte
de no recibir enseñanzas que sólo son útiles si se tiene la
suerte de olvidarlas. Otro día, me dijo mi compañero de
piscina, a ver si hablamos de por qué en España se les tiene
tanta ojeriza a las personas con una formación autodidacta.
Y le dije que sí. Que no tenía el menor inconveniente.
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