En estos días se recuerda lo que
se conoce como “el desastre de Annual”, donde unos 8.000
combatientes españoles perdieron la vida y más de medio
millar fueron apresados por las harkas sublevadas, en
Marruecos, por Abd-el Krim, que en pocos días reconquistaron
todas las posiciones establecidas por la zona oriental del
Protectorado. Ocurrió este hecho el 21 de Julio de 1.921.
Mi tío Antonio, uno de los hermanos de mi padre, la “suerte”
quiso que se viese involucrado en el conflicto, ya que en el
momento de incorporarse a filas, su Unidad fue enviada a
apoyar la recuperación de la zona perdida.
Con algo más de noventa años, con una mente lúcida, me
estuvo contando sus vivencias ocurridas en Marruecos. “El
desembarco de Alhucemas tuvo lugar el día 8 de Septiembre de
1.925. Después de los ataques de Abd-el-Krim, a la
guarnición del Peñón de Alhucemas, se consideró necesario
asegurar esta fortaleza para ejercer un dominio efectivo en
la parte oriental del Protectorado. El General Primo de
Rivera se encargó de dirigir la operación de desembarco que
pudo hacerse con gran rapidez, gracias a la indecisión del
cabecilla rifeño. El éxito del desembarco fue debido al
error de Abd-el- Krim de atacar la zona francesa de
Marruecos para apoderarse de Fez. Los gobiernos de Francia y
España acordaron una acción conjunta contra el jefe rifeño y
se llevó a cabo el desembarco de Alhucemas, en el que
participaron las escuadras de ambos países. La ofensiva
desencadenada en Febrero de 1.926, dio como resultado la
derrota total de las tropas rifeñas y la rendición sin
condiciones de Abd-el-Krim, en Mayo de 1926, que se entregó
a los franceses”.
Muy grabado quedó en la mente de mi tío Antonio, los
contactos con los “compañeros” franceses: “Lo mejor de la
convivencia fue el intercambio de víveres, aunque más que
intercambio era recibir ayuda de los mismos, ya que ellos
estaban mejor dotados, en todos los aspectos, que nosotros”.
“Cuando teníamos que acercarnos a la frontera, la ida era
como un paseo, puesto que teníamos que enfrentarnos a la
línea, donde se encontraban ellos (el enemigo). Íbamos
montados en las mulas. Yo era acemilero. El regreso lo
hacíamos con los animales cargados, y nosotros a pie. La
distancia era considerable, más de 20 km. Algunos animales
no regresaban, puesto que estaban reventados; otros, se
despeñaban. Así logramos mejorar en algo la comida, que
hasta entonces era escasa y mala”.
De sus aseos, recuerda las chapuzones en las albercas, donde
contrajo la fiebre palúdica. “Yo quedé fuera de combate, con
fiebre alta, escalofríos y sudoración. Dado de alta,
cumplido el servicio a la Patria, ya de regreso a Grazalema,
continué con la recuperación, pero al llegar la primavera
tenía que suspender mi actividad laboral, porque de nuevo
aparecía las fiebres palúdicas. Así estuve varios años,
hasta que me curé...”e había establecido en esta localidad
cercana a Melilla, cayó en manos de los rifeños; a esta
péridida siguieron la de otros destacamentos del inte
“Sobre el Desastre de Annual, la guarnición que el General
Fernández Silvestre había establecido en esta localidad
cercana a Melilla, cayó en manos de los rifeños; a esta
pérdida siguieron la de otros destacamentos del interior de
Marruecos. El desastre fue completo: perecieron la mayor
parte de las fuerzas españolas los rifeños llegaron hasta
las cercanías de Melilla. Abd-el-Krim había dejado confiarse
deliberadamente a Fernández Silvestre y, al llegar el
momento oportuno, desencadenó el ataque, donde el propio
general perdió la vida”.
Quizás, y esto lo comenta irónicamente, ésta fue la
condecoración que recibí por exponer mi vida al servicio de
la Patria. También comenta con tristeza: “La mayor parte del
país no estaba de acuerdo con la política marroquí del rey,
Alfonso XIII. Creo que fue una guerra absurda”.
Arturo Barea, escritor, estuvo también en el escenario de
los acontecimientos, cumpliendo el servicio militar. En su
libro “La forja de un rebelde II (La ruta)”, destaca “que
los libros de historia lo llaman el Desastre de Melilla o la
Derrota española de 1921; dan lo que se llama los hechos
históricos. No se nada de ellos, con excepción de lo que leí
después en estos libros. Lo que yo conozco es parte de la
historia nunca escrita, que creó una tradición en las masas
del pueblo, infinitamente más poderosa que la tradición
oficial. Los periódicos que yo leí mucho más tarde
describían una columna de socorro que había embarcado en el
puerto de Ceuta, llena de fervor patriótico, para liberar
Melilla....
Todo lo que yo conozco es que unos pocos miles de hombres
exhaustos embarcaron en Ceuta con destino desconocido,
agotados hasta el límite de su resistencia después de 100 km,
de marcha a través de Marruecos... Y Melilla era una ciudad
sitiada. Muchos años después aprendí lo que significa vivir
en una ciudad sitiada, bajo la amenaza constante de la
entrada del enemigo que se ha prometido así mismo botín,
vidas y carne fresca de mujer...A la mañana siguiente
marchamos hacia las afueras de la ciudad: íbamos a romper el
cerco y comenzar la reconquista de la zona. Nos fuimos
alejando de la ciudad, adentrándonos en el campo abierto, y
vimos el horror... Amontonamos los muertos en el patio sobre
el caballo, los rociamos de petróleo y prendimos fuego a la
pila, apestaba a carne asada y vomitábamos...y seguimos
vomitando días y días incontables...Yo no puedo contar la
historia de Melilla de Julio de 1921. Estuve allí, pero no
se donde; en alguna parte, en medio de tiros de fusil,
cañonazos, rociadas de ametralladora, sudando, gritando,
corriendo, durmiendo sobre piedra o sobre arena, pero sobre
todo vomitando sin cesar, oliendo a cadáver, encontrando a
cada nuevo paso un nuevo muerto, más horrible que todos
vistos hasta el momento antes...”
Mi tío Antonio, una vez licenciado con la “laureada” de su
fiebre palúdica, abandonado por aquellos que lo había
utilizado, año tras año, tuvo que soportarla, hasta que
llegó el momento en que desapareció. La primavera, con su
llegada, representaba un proceso lleno de incertidumbre,
porque no sabía si se iba a repetir, hasta que después de
varios años, desapareció.
Su actividad, en los primeros momentos, era la de preparar
carbón vegetal, en zonas cercanas a su Grazalema natal;
después, al comienzo de nuestra Guerra Civil, por
anarquista, fue detenido, juzgado, encarcelado, condenado a
l a pena capital, conmutada por cadena perpetua, redimido
por trabajos forzados, liberado y vuelto a las labores del
campo...
|