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OPINIÓN - DOMINGO, 24 DE JULIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Chapuceros
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Cada vez que se apaga la luz en Ceuta, algo que viene ocurriendo desde hace muchísimos años, frecuentemente y casi siempre en el extrarradio, lo primero que se me viene a la cabeza son los años de nuestra posguerra. No lo puedo remediar. Y sucede que en esos momentos los recuerdos de aquellos años oscuros y terribles, desfilan ante mí con tanta claridad como para darme cuenta de que las chapuzas siguen formando parte de nuestra manera de vivir.

Los que nacimos cuando en España aún estaban sonando los últimos cañonazos de nuestra guerra incivil, vivimos rodeados de gentes vestidas con harapos, vendajes y repletas de una tristeza infinita. En vez de gasolina, los coches caminaban gracias a la combustión de leña en los gasógenos. La luz de gas volvía a sustituir a la eléctrica en las calles. Y la restricción de energía, de fuerza y luz, detenía la mano del cirujano en el quirófano, o el trabajo de los obreros en la fábrica, y así sucesivamente.

Cuando se apaga la luz en Ceuta, algo que viene ocurriendo desde hace muchísimos años, frecuentemente y casi siempre en el extrarradio, los recuerdos almacenados en la alacena de mi memoria, procedentes de aquellos años de posguerra, tan duros, tan grises, tan largos y tan húmedos, pugnan por salir a la superficie para hacerse notar. Y me veo obligado a ordenarlos, pues son muchos y todos ansían destacar.

Cada vez que se apaga la luz en Ceuta, lo cual viene ocurriendo desde hace muchísimos años, frecuentemente y casi siempre en el extrarradio, le concedo al hambre el derecho a mostrarse primera y con toda la importancia que tuvo en aquel tiempo donde por su causa los niños padecían de raquitismo y los mayores de la caquexia que la tuberculosis les causaba. En aquellos entonces, cuando se apagaba la luz, había viviendas cuyos moradores eran tan pobres que ni siquiera tenían reverberos ni tampoco velas. Y mucho menos linterna. Viviendas donde el Piojo Verde se adueñaba de la situación y donde la sarna era una invitada preferente entre tanto hacinamiento.

Cuando se apaga la luz en Ceuta, lo cual viene ocurriendo desde hace muchísimos años, frecuentemente y casi siempre en el extrarradio, lo primero que pienso es en aquellos niños que lloraban sin cesar y desconsoladamente. Con el más que conocido desconsuelo que produce tener la botarga vacía. Mientras los padres acudían cada amanecer a ver si le arrancaban a la tierra del ejido más cercano un manojo de tagarninas.

Cada vez que se apaga la luz en Ceuta, algo que viene ocurriendo desde hace muchísimos años, frecuentemente y casi siempre en el extrarradio, no puedo evitar acordarme de que España era en los años cuarenta un país chapucero. Un país donde se trataba de construir un coche con piezas de otros. Donde se trataba de que funcionase un gasógeno Coventry cuando se producía el apagón en el cine, en la clínica o en la industria. Donde se adecentaba una ruina para cobijar a siete familias, y cosas así.

Cuando se apaga la luz en Ceuta, lo cual viene ocurriendo desde hace muchísimos años, frecuentemente y casi siempre en el extrarradio, creo a pies juntillas que Endesa se está cachondeando de nosotros. Y para más INRI, ahora nos dice el Gobierno que ya está bien de que la generadora le achaque el problema a la mala suerte. Chapuceros. Eso es lo que sois todos: unos chapuceros.
 

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