Han pasado 75 años ya, desde aquel
18 de julio de 1936 que colocó a España en medio de una
feroz guerra y rompía las estructuras, confusas para unos y
seguras para los otros, establecidas desde años atrás.
El conflicto que comenzó el 18 de julio, y que duró casi
tres años, ha sido uno de los más relevantes de nuestra
convulsa historia, y digo convulsa porque han pasado los
años, ya 75 y a estas horas, y cada vez menos, no se ponen
de acuerdo ni los políticos, ni los historiadores en
enjuiciarlo con total objetividad.
A lo largo de estos días pasados, han aparecido docenas de
libros, librejos y meros panfletos, defendiendo sus
posturas, casi siempre erróneas y tendenciosas, sobre lo que
fue la Guerra Civil, sobre lo que era la segunda República y
sobre el legado que nos dejó todo el movimiento, para el
futuro.
Duele, cuando quieres ser objetivo, que haya personajes tan
miopes, pero no exentos de cierto daltonismo que les haga
justipreciar a su propio capricho unos hechos que ahí
quedaron.
Y, ante esto, hay que decir que no vamos a justificar, de
ninguna de las maneras, una guerra, especialmente si esta es
civil, pero que tampoco justificaremos un ambiente de caos y
malas mañas, con una sola tendencia, como había en la pre
guerra.
Una situación y la otra fueron lamentables, y ahora, 75 años
después, ya va siendo hora de que se pongan de acuerdo, se
deje de pensar en el “abuelo” al que no se conoció y se mire
hacia el futuro, en vez de regodearse con el pasado, según
con qué tendencias.
Durante muchos años, la fiesta del 18 de julio, tras la
Guerra Civil, parecía la fiesta de la resurrección del país,
y no era eso, como tampoco es de recibo rechazar todo lo que
siguió al conflicto y victoria franquista, sin ver nada como
posible elemento positivo.
De malo hubo, habría mucho; de bueno algo quedaría y, en
muchas ocasiones, los que más se aprovecharon del régimen
son los que más lo atacan ahora.
En aquellos años, muchos años, los de mi generación, la
mayor parte, se pusieron la camisa azul por devoción o por
conveniencia. Algunos de esos, hoy, rechinan los dientes y
nos quieren hacer comulgar con ruedas de molinos, cuando
ellos, en esos tiempos, también ostentaban cargos que
llevaban aparejadas buenas prebendas para ellos, para sus
amigos o, incluso, para sus familiares.
Del 18 de julio, aquel de tantas excursiones y meriendas,
casi no quiero acordarme, o si me acuerdo es porque veía que
muchos amigos míos lo festejaban a lo grande, mientras que
yo nunca fui de romería en esa fecha.
Ahora, al haber pasado el tiempo, muchos años ya, los que
mejor se lo pasaron con esa fiesta, los que más “chuparon
del bote” reniegan de aquella época y la maldicen como si
hubiera sido la antesala de los infiernos.
Más del 50% de los que vivimos hoy en nuestro país, ni
vivimos la Guerra Civil, ni tampoco los años más duros que
esa guerra trajo, y sin embargo hay quien la alaba o la
maldice como si hubiera sido protagonista o adversario de
ella. Así es el género humano.
Ahora, 75 años después, lo deseable sería que no se pensara
en aquella guerra más que como acontecimiento histórico, en
vez de estarlo recordando con la mala sangre de la “memoria
histórica” vista desde una sola perspectiva. Si aquel tiempo
se ve bajo el prisma de “memoria histórica” que esa memoria
no se olvide de los hechos de una parte, eso sería lo más
potable.
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