Por acción o por omisión, pero el
insulto sigue formando parte de la dialéctica de la
coalición. Más allá del fragor de la batalla política en
sede parlamentaria -los diputados y la Asamblea que se den
las reglas del juego que quieran-, lo que no es concebible
ni admisible es que uno de los portavoces de Caballas, Juan
Luis Aróstegui, sin el sonrojo de sus compañeros de banco, y
con la anuencia por omisión del que se presupone es líder de
la coalición, Mohamed Ali, ose permanentemente a insultar a
algunos medios de comunicación por el simple hecho de no
reir sus gracietas, unos y de recordar quién es el personaje
que protagonizó los peores episodios de la Ceuta de la
década de los ochenta y principios de los 90, otros. La
libertad de expresión y de pensamiento la contesta Aróstegui
con el insulto y la descalificación... todo un demócrata.
Pero ya sabe, no insulta quien quiere, sino quien puede y
hace tiempo que el tipo ya no puede. El pasado pesa mucho en
su caso.
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