Las playas de Melilla pueden llegar a recibir hasta 10.000
personas en un sólo día. Familias enteras, parejas, amigos y
todos los melillenses, en general, aprovechan el verano para
tostarse al sol. Pero, mientras unos descansan, otros
trabajan para que todo esté a punto. Camareros en los
chiringuitos, hamaqueros, tenderos en los quioscos del Paseo
Marítimo y socorristas que dejan claro que “lo importante es
tener muchas ganas de trabajar, porque el verano quema
bastante”, tanto que “en mi día libre lo que menos se me
ocurre es ir a la playa”.
Javier Montoya es socorrista. Empezó a trabajar en esto hace
ocho años, lo dejó y volvió. Y ayer trabajaba en la playa de
los Cárabos junto a su compañero Antonio Isla, desde las 11
de la mañana hasta las 20 horas, “ininterrumpidamente”.
¿Cómo es pasar el verano aquí? “Se lleva lo mejor que se
puede. Yo personalmente prefiero estar aquí a estar en una
oficina en verano, son dos meses y medio bastante amenos con
los compañeros”, aseguró Montoya, quien acaba de aprobar las
oposiciones para policía. Como él, hay otros que son
estudiantes o que tienen otra labor a lo largo del año.
Formación
Para formarse realizaron un curso de técnico en salvamento y
socorrismo, donde “te enseñan varias técnicas, primeros
auxilios, técnicas de rescate”, además de hacer “bastantes
entrenamientos en mar”, así como en piscina. Todo ello le
sirve para hacer frente a posibles incidentes, aunque, por
suerte, ha tenido que lamentar pocas víctimas y ninguna este
año, aunque sí “hemos hecho varios rescates” en lo que va de
verano, sobre todo en “días como hoy”, dijo por ayer, “de
levante”.
Alrededor de 32 personas trabajan en el servicio de
socorrismo de la playa, siendo 18 las que suelen trabajar en
un día, repartidas entre los Cárabos, San Lorenzo,
Galápagos, Horcas Coloradas y Aguadú. Cuentan con un
servicio de ambulancia y a cualquier “incidente menor,
acudimos nosotros, hacemos el traslado a urgencia”, pero “si
vemos que es un poco más grave, como una persona ahogada o
infartada, se llama al 061”, explicó Javier Montoya, quien
destacó que lo más importante es “tener muchas ganas de
trabajar, porque el verano quema bastante”. Son muchos los
jóvenes que, a través de este trabajo, “no dependen
económicamente de la familia”, aunque “no te da para mucho
más” que para tener “unas vacaciones, no para vivir el resto
del año”.
“No hemos parado”
María y Naima trabajan en el chiringuito ‘Ilmes’ y ayer a
las 11 de la mañana estaban preparándolo todo para poder
abrir a las 12 horas, sin cerrar hasta la 1 de la mañana, en
teoría, porque “no vamos a cerrar si hay gente”. Así, muchas
noches “nos quedamos hasta las 2 ó las 2 y media”
trabajando”. La hora “más floja” es por la tarde, sobre todo
a las 17 o 16 horas, más aún entre semana.
Pero, con todo, María opina que no está afectando la crisis
tanto en el sentido de que “desde que hemos empezado no
hemos parado”, cosa que no ocurría el año pasado. “Estamos
trabajando bastante bien” y son muchos los melillenses que
echan el día entero en la playa, comiendo, así, en el
chiringuito, la idea perfecta de vacaciones para muchos.
María lleva cuatro años trabajando mientras otros disfrutan
y “lo llevo bien, no lo llevo mal”. Eso sí, “lo que menos se
me ocurre en mi día libre es ir a la playa” confesó. Naima,
en cambio, es el primer verano que trabaja en el chiringuito
y “me compensa económicamente”, pues durante el resto del
año ha estado desempleada, con lo cual, lo consideró una
oportunidad para conseguir algo de dinero. Ella trabaja los
fines de semana y aseguró que el local estaba “lleno” de
gente que pide de todo, y muchos de ellos amantes de las
coquinas y el pescado.
Pero, ¿saben esperar los clientes? “La gente suele venir a
comer y lo quieren todo rápido”, respondió Naima, muchas
veces sin percatarse de que las camareras no dan abasto y no
pueden ir más rápido, aunque quieran.
Descenso de las ventas
Al chiringuito a comer y al quiosco a comprar cualquier
capricho para el niño, ya sea un paquete de chucherías, un
helado, o simplemente agua. En el Paseo Marítimo hay varios,
algunos en los que, incluso, venden hasta pollos asados.
Malik Laarbi lleva cinco años trabajando en esto y explicó
que cada año es diferente y que éste él, personalmente,
había notado un descenso de las ventas, al menos en lo que
lleva de verano, esperando que la tónica cambie.
Mientras ellos trabajaban, muchos eran los melillenses que
pasaron ayer su día libre en la playa leyendo, jugando a las
palas, comiendo, bebiendo, bañándose, tomando el sol o
descansando sin más. Hoy lo harán otros tantos. Socorristas,
hamaqueros, camareros y quiosqueros seguirán trabajando.
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