No hay cosa que me moleste más que
hablar u oír hablar de una prisión, por el hecho mismo de
estar hablando de un lugar en el que las personas quedan
convertidas en nada sin que las más mínimas libertades las
puedan ejercer quienes están allí, naturalmente, en contra
de su voluntad.
Es lo peor que me podría pasar, tener que ir, no por mi
voluntad, a un centro de estos y si además es como el de Los
Rosales, mucho peor.
Poco, pues, se habla de estos lugares y si alguna vez, como
en este caso, es alguien que ha estado y sigue estando allí,
todo lo que nos cuente es como para ponernos con la carne de
gallina.
Y un interno de Los Rosales hablaba, hace muy pocos días,
para nuestro periódico y empezaba por denunciar falta de
higiene, o lo que es lo mismo nos ponía en situación de la
cárcel de Los Rosales como si se tratara de un centro de
este tipo, en otros países muy inferiores al nuestro.
El recluso hablaba sobre este asunto, aludiendo a que sus
compañeros se han contagiado de hongos en la prisión y que
las condiciones son tan ínfimas que hay algunos que duermen
en el suelo.
Un poco exageradas parecen sus palabras, pero hay otras
fuentes que, en ocasiones precedentes, han venido apuntando
a algo similar a esto.
Así pues, al referirnos a este centro penitenciario, no
podemos estar hablando de nada bueno y menos cuando algunos
de los presos han llegado a contagiarse así, en la misma
cárcel.
El centro, es sabido, es viejo ya, posiblemente si tuviera
que pasar una inspección para ver la viabilidad de que
“vivan” en él tantas personas, no sería satisfactoria esa
inspección, ni de lejos.
Esto implica un mal estado, que es lo que se trata de
denunciar, en el que se encuentran las instalaciones de Los
Rosales.
Por resumir las condiciones existentes, en un par de líneas,
diríamos que hay falta de higiene, hay saturación del lugar,
hay escasez de funcionarios y por si todo esto fuera poco,
también aparecen ratas o cucarachas.
En definitiva, se trata de un lugar inhabitable para lo que
son nuestros días, con la particularidad de que hay
necesidad de compartir los “chabolos”, hasta por seis
personas.
¿Cuál es la solución a esto?. Digamos que solución no hay
ninguna, aunque existe la opción, con todo lo que ello
acarrea, de traslado a la península.
Todos estos datos, ya lo hemos dicho, han llegado a nuestro
medio, a través de un interno que ahora disfruta del tercer
grado y que ha querido dar todos los detalles, para que se
conozca, también fuera, lo que hay que soportar dentro.
Naturalmente, no ha dado su nombre, aunque lo hubiera dado
no se habría sacado a la luz, para así evitar posibles
represalias.
Es difícil en cuarenta o cincuenta líneas, hacer un
recorrido completo de cómo viven más de 330 internos, que
habrán llegado, no cabe duda, por sus propias acciones, pero
que merecen una situación más digna.
Mires por donde mires la situación, no aparece nada
positivo, con un techo de hormigón que “está para
demolerlo”, con escasez de mantas en los meses de invierno y
exceso de calor en el verano, con cortes de luz y de agua,
así como otros cientos de incomodidades que cada día se van
añadiendo a las ya existentes.
Sinceramente, hay que decir que los presos necesitan otro
tipo de tratamiento, al menos en cuanto a instalaciones.
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