Estoy en la playa bañándome en las
aguas del Mediterráneo que también baña las playas de Ceuta
a mil kilómetros de distancia, más que menos.
Hará unos cuarenta y siete años que me bañé por última vez
en la pedregosa playa de San Amaro, a la que accedíamos a
través de un ‘boquete’ en un muro antiquísimo.
El recuerdo que me trae aquellos tiempos solo queda plasmado
en las frías, pero limpísimas, aguas de la pequeña playa
cercana a la rompiente del muelle de Alfau.
Este recuerdo me viene al enterarme que Juan Vivas quiere
recuperarla, junto con la de Santa Catalina, para que sean
unas auténticas playas y no unos oscuros lugares como zona
de baño de gente sin recursos y vecinos de la zona y a donde
los Guardias Civiles, que tenían la caserna cerquita, nunca
iban porque tenían mejores perspectivas en la de Benítez,
con sus casetas y demás..
¿Santa Catalina?, no recuerdo haberme bañado en esa playa.
Si recuerdo que iba a pescar con mis hermanos y mis primos
subidos en enormes bloques de rocas sedimentarias,
esculpidas por las aguas del Estrecho, cercanas a la
carretera que conduce al cementerio.
Con el anuncio de Juan Vivas… ¿va a llenar de arena esas
playas?, aquí, en Catalunya, es costumbre que cada verano
los Ayuntamientos adecenten sus playas con recargas de
arena.
Es un esfuerzo costoso, conlleva la contratación de
barcos-bombas específicos más la mano de obra necesaria para
la expansión, el extraer arena de fondos marinos y bombearla
a la playa de referencia.
Esta actuación la hacen cada año, con la indudable sangría
económica, cuando en realidad no haría falta si hubieran
colocado cortaolas o escolleras (esculleres en catalán) que
protejan las costas de la acción de las olas marinas.
Aún, hoy en día, se siguen bombeando arenas en playas
importantes de la costa catalana, sobre todo en la Costa
Brava, que resultan vaciadas de arena por culpa de los
tremendos temporales que ocurren cada invierno.
Cambiando de tema, de ahí lo de ‘otras cosas’ del título,
vamos por el problema de la inmigración.
La invasión de subsaharianos, propiciada en gran medida por
la desidia de Marruecos, preocupa bastante. Tanto que han
llevado al Gobierno a instar a Marruecos que la frene.
Pero, lo que son las cosas, lo hacen de manera tan discreta
que pasa desapercibido este mínimo interés gubernamental
sobre la ‘invasión’.
Los 179 inmigrantes, desde junio, que han llegado a Ceuta
significa una cota que no se puede permitir de ninguna
manera. Aunque lo hacen por nuestras playas, no deja de
preocuparnos si repiten lo que hicieron en el año 2005 (el
asalto a las vallas fronterizas).
Ceuta tiene ya bastantes problemas políticos relacionados
con las intenciones marroquíes para que ahora tenga que
soportar otra faceta de una invasión pacífica de gente cuyos
países no consiguen desterrar el panfleto “Diez millones de
africanos están en riesgo de morir de hambre”.
No queramos convertir Ceuta en el campo de Daddah (Kenia)
que está completamente desbordado. Urge se tomen medidas muy
concretas y contundentes para evitar esto.
De hecho me he quedado sorprendido, a pesar de que sabía del
tema, ver con mis propios ojos el número de inmigrantes que
residen en Mataró, la ciudad donde resido actualmente, y que
están haciendo cola en la comisaría cercana a mi casa para
renovar la documentación.
Las colas se forman a partir de las veintiuna horas y una de
las razones para eso es que necesitan renovar el NIE antes
de retornar a sus países de origen, por las vacaciones, para
evitar que les caduquen.
Otra razón es la solicitud de certificado de residencia con
el que seguirán viviendo en casas de alquiler sufragadas por
la Generalitat. Mientras los españoles desahuciados por las
hipotecas… a la calle.
En fin. La vida sigue, yo también.
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