ABSELAM M.B. 49 años: Toda mi
escolaridad obligatoria la realicé en el “Convoy”. Nuestro
Colegio, en mis tiempos, era un Centro donde todavía se
respetaba a los profesores y se respiraba un clima de sana
convivencia. En las clases de Religión, cuando no se había
establecido la clase de Ética, todos mis compañeros
musulmanes y yo, permanecíamos en el aula.
Con el profesor, gran dibujante y amante del ajedrez,
mantuve una estrecha relación. De hecho, me hizo una
caricatura, la cual conservo. Y, además, nos iniciaba en el
ajedrez.
En el Colegio, también había tiempo para “ligar”. Una
compañera de clase me “tiró los tejos” y, cuando todo
marchaba bien, la intervención del padre, al que no le
agradaba mi confesionalidad religiosa, lo rompió.
El profesor de Ciencias no fue justo. En un examen obtuve un
siete y me quitó dos puntos. La representación del mismo no
había sido correcta. Yo me enfurecí y, apretando el folio
entre mis manos, lo arrugué. El profesor, recogiendo el
folio arrugado y, dirigiéndose a mí y al “auditorio”
exclamó: ¡Es lo que hubiese hecho conmigo! Y me aplicó una
sanción: cada día, dos horas con la Sra. Directora. Pero
fueron pocos días.
JUAN GABRIEL S.S. 48 años: Yo fui un alumno afortunado.
Desde mis estudios de Parvulario hasta conseguir el
Graduado, me rodeé de buenos compañeros y excelentes
maestros.
Uno de ellos, en mis primeros cursos de Primaria, sometía al
grupo a una gran actividad. Nos hacía preguntas, que de
inmediato calificaba y, al final, las puntuaciones se
recogían en un mural, donde estábamos continuamente
cambiando de posiciones. Tenía algo de “parapsicólogo”, y
nunca entendíamos por qué extendía sobre la cara de un
compañero el “polvo” del Cola-Cao.
Llamaba la atención la dedicación de un maestro para
promocionar el Deporte, en especial el fútbol. Organizaba el
Campeonato de Futbito, hasta que apareció el especialista de
Educación Física, que nos inició en otras modalidades
deportivas, en especial el Voleibol, y, al tener que
federarnos, nos hicieron el DNI.
Recuerdo mi repetición de 6º curso. Yo iba un año adelantado
y decidieron que fuese ese curso, y no el 8º, que, a mi
juicio, era el más aconsejable. Quizás porque nos salía más
económico, ya que nos valía para mi hermano que también
repetía 6º curso. En el fondo, mi familia también lo aceptó
así, ahorrándose otro lote de libros.
Mª JOAQUINA S.N. 48 años: Yo procedía de la “Academia de D.
José”, donde realicé el 1º curso de Primaria. Me sentí muy
respaldada porque mi madre era Maestra de este Colegio.
Después pasé al “Convoy” hasta terminar mis estudios de la
EGB. Conseguí el Graduado Escolar.
En mi nuevo Centro siempre encontré un ambiente muy
favorable, donde daba la impresión que, en cada curso
formábamos una gran familia. Bastaba una educación en
valores tradicionales.
Como curiosidades, recuerdo, en primer lugar, que “desde los
Albergues” nos llegaba con toda claridad la novela
radiofónica “Lucecita”. Una novela que tenía muchos
seguidores, a los que se unían, involuntariamente parte del
alumnado de nuestro Colegio.
En segundo lugar “no olvido el olor que desprendían algunos
compañeros que comían en Comedor Escolar, cuando el postre
eran mandarinas. Toda la tarde respirando el característico
olor”.
Me tocó vivir el estreno del uniforme escolar, que tuvo su
encanto para algunos y problemas para otros. Para los
primeros, la novedad, ya que fuimos los primeros en Ceuta
que los implantamos; para los segundos las dificultades para
adquirirlos.
JOSÉ A.B. 48 AÑOS: Mi escolaridad la inicié en la Agrupación
Escolar “Micros” de la Barriada del Príncipe, hasta el
tercer curso, ya que continué en el “Convoy” hasta conseguir
el Graduado. Me rodeé de buenos compañeros y buenos
profesores.
Recuerdo simpáticas situaciones como las siguientes: La
primera, en la clase del profesor de Lenguaje, teníamos que
hacer una redacción sobre el tema: “Qué quieres ser tú, el
día de mañana”. Un ocurrente compañero le preguntó al
profesor: ¿Y si me muero mañana? El profesor le contestó:
¡No te preocupes, que ya te llegará la hora! La segunda fue
que el profesor de Prácticas había programado una
experiencia de microscopio, para observar una mosca. El
mismo ocurrente alumno, inesperadamente le facilitó una
mosca, pero disponía de toda una colección de pequeños
insectos, protegidos por una losa del saliente de la
ventana, y una tercera fue cuando en clase de Lengua leíamos
el “Buscón” de Quevedo, y en el Capítulo tres, “cuando
después de comer los Caballeros, las sobras que quedaron
para los criados, uno de ellos, Jurre el Vizcaíno, tan
olvidado ya de cómo y por dónde se comía que una cortecilla
que le cupo, la llevó dos veces a los ojos”. Se escucharon
las carcajadas de todos.
Por último, es conveniente recordar que el propio Colegio,
con escasos presupuestos, organizaba algunas visitas como
aquella en la que nos trasladaron a las instalaciones de la
Legión, bien acompañados por documentados profesores.
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