El sol caía a plomo sobre Rabat y
en el cielo, de un azul impoluto, no se atisbaba el menor
rastro de nubes. El pasado viernes la capital se movía
perezosa y tranquila mientras ex militares, prisioneros de
guerra del Frente Polisario, intentan también hacer oír su
voz desde hace 53 días, ora en un pequeño “vivac” situado en
la parte superior del boulevard Mohamed V, ora con pancartas
y banderas colocadas frente al Parlamento en la que
denunciaban el abandono por parte de ese Estado que un
aciago día los arrastró a combatir a las aguerridas milicias
saharauis: “Estamos todavía y siempre dispuestos a defender
a nuestra Patria. ¡Viva el Rey!”. A media tarde pude al fin
acogerme a la sombra y el verdor del conjunto amurallado de
la necrópolis de Chellah en la que, perreando entre restos
romanos y merinidas con el habitual “tac tac” de las
cigüeñas en el oído, pude al fin aliviarme del sofocante
calor del día con una leve brisa procedente del Bu Regreg,
cuya cinta de agua serpenteaba reflejándose en lontananza.
Treinta dírhams, tres euros escasos, es el coste de la
flamante edición bilingüe (en árabe y francés) de la nueva
Constitución aprobada el pasado 1 de julio, a cuya lectura y
subrayado me dediqué atentamente, sentado entre las tumba de
Abu El-Hassan, el Sultán negro y su esposa europea
convertida al Islam, Chams-ed-Duha, Sol de la Mañana. Al
margen de las formas y procedimientos propios del pasado
empleados en el peculiar proceso de referéndum, es justo
reconocer no solo el talante reformista de Mohamed VI sino
los renovados aires que lleva la nueva Carta Magna. Nada
usual en los normalmente reaccionarios e involucionistas
estados árabo-islámicos al uso… El Reino de Marruecos,
asumiendo todas las críticas y son muchas, ha tenido los
reflejos de adelantarse a su forma a los acontecimientos,
forzando un nuevo marco jurídico que supone, sin duda, un
paso adelante en el largo camino hacia la democracia tal y
como la entendemos en Occidente. Una pena, al final, el
férreo bloqueo islamista a la abortada clausula de la
libertad de conciencia... No me duelen prendas en señalar
que, dentro de sus coordenadas étnico-religiosas, Marruecos
es un notable marco de referencia para el resto de
sociedades islámicas, justo es reconocerlo. También y como
me apuntan en Rabat, si bien el Movimiento del 20F sigue
vivo y coleando, importantes colectivos están saliendo
también a la calle mostrando su apoyo a la nueva
Constitución.
Sean prudentes si hoy domingo deciden cruzar al país vecino
y salir a darse un garbeo hacia Alcasarseguer o las playas
de Cabo Negro. El retorno podría ralentizarse por la
manifestación que, en nombre del conglomerado del Movimiento
del 20 de Febrero, han organizado a media tarde en las
inmediaciones los maximalistas de izquierda y los islamistas
radicales de la yamâa alegal de Justicia y Espiritualidad.
Máxime cuando el inquieto Mohamed VI anda entrando y
saliendo constantemente de la localidad, controlando como
siempre obras y equipamientos y desplazándose incluso hasta
la zona fronteriza a supervisar las mejoras en curso que,
con unos buenos prismáticos, pueden ustedes mismos apreciar
desde la zona alta de la Bahía Sur. Sin duda las presiones
en la calle son siempre importantes, pero tras la amplia
aprobación de la nueva Constitución, las vacaciones
estivales y con el Ramadán en ciernes… creo que el ala
contestaría del país (en la que hay de todo como en botica)
bien podía darle un respiro al joven soberano Mohamed VI y
dejar por un tiempo de dar la charanga, reservando sus
fuerzas para las eventuales elecciones de octubre. El
“Malik” (Rey) se merece un respiro: se lo ha currado. Visto.
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