El futuro es de los que sueñan,
de los que viven el presente
cimentado con la energía del pasado,
de los que lidian la supervivencia
con el aliento del alma,
de los que no pierden la memoria
y descubren el abecedario del ánimo
dentro de sí, fuera del mundo.
Para pertenecer al futuro
sólo es necesario
el desvelo por el velo de la belleza.
La belleza, cuando es auténtica,
refleja el alma del gozo más sublime,
traza el camino de la luz al caminante,
se hace morada de paz y paz eterna.
Con la eternidad como futuro,
no hay que tener prisa por hacer,
sino por saber vivir y convivir con el amor.
El porvenir debe ser un lugar para pensar,
para moverse en las ideas y verse interiormente,
la única manera de sentir que uno se halla.
El que vive corazón adentro, sabe amar,
y cuánto más se ama, más se vive
y se desvive por ser parte de la vida donada,
por ser todo donación en el túnel del tiempo.
Un tiempo que nos fue dado para ser vivido.
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