El Hotel Parador La Muralla, en
esta época, es un lugar delicioso. Bueno, lo es siempre.
Pero en verano se multiplican sus encantos. Es lo que le
digo a quien está tendido muy cerca de mí, mientras ambos
tratamos de que el sol haga posible que se nos note la
morenez deseada durante el verano.
La persona con la que comparto charla es nacida en Ceuta,
pero lleva muchos años viviendo en Melilla. Viviéndola,
según me dice, intensamente. Y debe ser así, porque me habla
de Melilla con enorme cariño. Con ese cariño que sentimos
todos los que un día decidimos quedarnos para siempre en una
ciudad donde no se produjo el accidente de ser nacidos.
La primera vez que arribé a Melilla fue en 1959, le dije. Lo
hice como jugador del Atlético Cordobés. Y tuve la suerte de
que un temporal de levante hiciera posible que nuestra
expedición no pudiera regresar en el tiempo previsto. Es
decir, que por mor del fuerte viento reinante nos vimos
obligados a pasar tres días en la ciudad. Los suficientes
para admirar el patrimonio arquitectónico de una ciudad,
que, junto con el de Barcelona, es uno de los mejores
exponentes del estilo modernista de principios del siglo XX.
Muchos años después, recuerdo que recibí la llamada de un
empresario melillense, Ayus Jamanda R. Lachandani,
que era a su vez presidente de la Unión Deportiva Melilla,
para que aceptara ser entrenador del equipo presidido por
él. Y dije que no. Porque estaba ya harto de viajar en
avión. Ya que me negaba a viajar en barco. Desde entonces,
he tenido un afecto especial por esa ciudad que, en la
antigüedad, era conocida como Rusadir.
Un momento, dice el melillense de adopción que está tendido
en una hamaca pegada a la mía. Mira, De la Torre, yo
soy un lector tuyo desde hace mucho tiempo. Y debo decirte
que en tus columnas nunca ha habido ni una palabra agradable
para Juan José Imbroda. Todo lo contrario; vamos, que
siempre que te has referido a él ha sido para ponerle de
vuelta y media. Y hacer eso, con todos mis respetos hacia
ti, no está en consonancia con lo que me cuentas ahora
acerca de Melilla.
Mira, Manolo, Melilla está por encima de Ceuta en muchas
cosas, gracias a la forma de ser de su alcalde, Juan José
Imbroda. Un tipo cuya sobriedad, modestia, y paciencia le
permiten gobernar con muchísimo acierto.
Verdad es que en sus comienzos pecó de querer demostrar que
era más del PP que los que habían echado los dientes en este
partido. Pero, con el paso del tiempo, ha ido adquiriendo
una madurez y un temple que le han proporcionado una
categoría enorme como autoridad. Una categoría que no
recuerda en nada a aquel político que estaba obsesionado con
defender las causas populares con un ardor que causaba
dentera entre los propios. Juan José Imbroda puede presumir,
ahora, de haber administrado bien los recursos económicos de
Melilla.
Melilla, Manolo, actualmente y a pesar de la distancia con
la Península, es una ciudad muy bien dirigida en todos los
aspectos. Te lo digo para que, si a bien lo tienes, no
vuelvas a equivocarte con Imbroda. Dicho queda.
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