Nadie alcanza a explicarse cómo
“con la que está cayendo” aún no han convocado una rueda de
prensa los responsables de la empresa propietaria del
restaurante el Sarao para ofrecer a la opinión pública su
versión de los hechos. Sería lo normal, si carecen de
cualquier tipo de responsabilidad en la intoxicación de los
muchachos de los Centros y sus instalaciones, puestas en
entredicho por una anterior denuncia, están limpias como una
patena, asépticas, escamondadas, en regla y cumpliendo hasta
el último de los requisitos impuestos por Sanidad deberían
comparecer en el mismo establecimiento, abrir totalmente sus
puertas a la prensa y que sean los medios quienes den fe de
como se encuentra aquello, máxime cuando nos consta que en
las últimas fechas se habrán afanado en la higiene y darán
buena imagen con cocinas y frigoríficos relucientes. Pero el
silencio de los dueños resulta mosqueante, tanto como lo es
el llamado “silencio administrativo”, máxime cuando en un
corto plazo se han visto involucrados en las denuncias por
parte de los alumnos de los cursos subvencionados del INEM,
denuncia que se encuentra en trámite, una segunda denuncia
de un particular que critica el estado de las instalaciones,
el contrato con la Ciudad Autónoma para ocuparse del
servicio de catering de los Centros de Menores y las
condiciones de adjudicación del mismo de las que duda la
oposición y la intoxicación masiva de los jóvenes.
Extraña el silencio y extraña la falta de alegaciones
exculpatorias que es el proceder normal en supuestos de
estas características. Y no basta una simple “nota de
prensa” sino que resulta más idóneo e incluso interesa más a
los del Sarao comparecer para aclarar y responder a las
cuestiones que se les puedan plantear. Porque “dar la
callada por respuesta” no provoca más que sospechas y
exacerbamiento de la maledicencia, proliferación de codazos
y alarmismo innecesario. Lo mejor es dar la cara ante el
máximo de cámaras posible y explicar detalladamente si las
denuncias de los asistentes a los cursos del INEM son
infundadas y relatar de paso todos los detalles
concernientes al contrato de catering, al catering en sí
mismo considerado, repartir las hojas con los menús, invitar
a la prensa (al que se atreva porque hay mucho aprensivo y
más de un hipocondríaco) a la degustación de una muestra e
menús, enseñar exterior e interiormente la furgoneta de
reparto, hacer la ruta de reparto y llegar a los Centros
para enseñar como se descargan y entregan las comidas.
Todo claro como el agua de la fuente para callar las lenguas
viperinas, cerrar los picos y atajar las murmuraciones ¿Qué
mejor manera que exhibirse con claridad y sin tapujos? De
hecho es la única forma de conservar el prestigio y
demostrar credibilidad desde el momento en que se rechazan
las acusaciones, se responde con argumentos sólidos a las
denuncias y se descartan con pruebas sospechas y
descalificaciones. Porque enmudecer es una estrategia pésima
y no hace más que afilar las sinhueso, acrecentar las
murmuraciones, potenciar los chismorreos y hacer que toda la
ciudad se pregunte: ¿Qué está pasando con el Sarao?
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