Original, sin duda que nuestro
simpático vecino del sur lo es. Diferente. Ni carne ni
pescado o mejor dicho, pescado y carne a la vez. Como “la
yenka”, el Reino de Marruecos siempre se las arregla para
ser uno y su contrario, estar aquí pero a la vez allí. Suma
y sigue. Mérito tiene, la verdad. Curiosa esta Constitución
recién aprobada por tan gran número de ilusionada
ciudadanía, solo posible “clonando” las tarjetas
electorales, ¿verdad señor ministro del Interior?... y
multiplicando el voto. Por ejemplo. Pero dejémonos de estas
fruslerías cuantitativas, bien está lo que bien acaba qué
leches, claro que el vocerío disonante incluso dentro del
régimen no ha hecho más que empezarse a oír. Sabrosas han
sido las recientes declaraciones al Financial Times del
secretario general del Partido de la Justicia y el
Desarrollo (PJD), el fogoso Benkirán, en las que mi estimado
amigo Abdelilah tuvo el coraje de señalar que según sus
estimaciones (en las que coincido plenamente) habría votado
en el pasado referéndum constitucional del 1 de julio
“probablemente (sic) solo el 50% de los electores”, claro
que luego vino Paco con las rebajas y Abdelilah Benkirán
hubo de agachar la testuz, dar marcha atrás y acatar las
maquilladas estadísticas de la santa versión oficial… Quien
manda, manda. Sin comentarios.
También sobre el acatamiento a las normas de derecho
internacional firmadas por Marruecos, es altamente
ilustrativa la cualificada opinión al respecto de Mohamed
Yussef, secretario general del Consejo Superior de Ulemas
del Reino, quien en declaraciones al diario Attajdid del 30
de junio (tan solo un día antes del referéndum
constitucional) manda un aviso a navegantes: “Las
convenciones internacionales no tienen valor si son
contradictorias con los preceptos del Islam”. Attajdid por
cierto es el medio del MUR, Movimiento Unicidad y Reforma,
el núcleo duro del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD).
Muy curioso, pues la misma Declaración Universal de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas asumida por Marruecos… está
contra el Islam: lo digo por la libertad de pensamiento y,
particularmente, la libertad de religión.
¿Y el marroquí medio…? Pues como en todas partes, angustiado
con la cesta de la compra, los recibos de agua y luz y el
“milagro” de llegar a fin de mes. Se acerca el sagrado mes
de Ramadán y la economía no acaba de despegar, con una tasa
de crecimiento de tan solo el 0,4% (los últimos datos de
España son del 0.8%). Todos los indicadores apuntan a que el
déficit del Reino alcanzará a fin de año un nuevo récord,
superando ampliamente los 40 mil millones de dirhams (la
cotización exacta a día de hoy es de 11.20 dirhams por
euro). Un detalle: a fin de calmar los ánimos, el Estado
prometió que a partir de mayo todos los funcionarios
(incluso los retirados) iban a recibir un aumento mensual de
600 dirhams… Estamos en julio y las criaturas siguen
esperando. ¡Hasta los imames del ministerio de Habus y
Asuntos Islámicos, unos 1.500, salieron a protestar el 21 de
junio por la calles de Rabat!. Digo. Y a ver qué pasa, pues
fuentes de toda confianza me comentan que cerca del 70% del
desarrollo económico del país está basado… en el ladrillo.
¿Les suena, verdad?. Y siguen llegando de Europa y sobre
todo de España, emigrantes para quedarse en su casa. Claro
que siempre hay estadísticas en las que destacar: así, según
el último informe de las Naciones Unidas sobre tráfico de
droga (World Drug Report, 2010), en cuanto a rentabilidad
por hectárea Marruecos ocupa (fértiles que son estas bellas
tierras) la segunda posición en el ránking, después de
Afganistán, mientras que el 23 de junio el informe de la
ONUDC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el
Crimen) matizaba que en producción bruta de resina de
cannabis, Marruecos está a la cabeza del mundo… mundial.
Visto.
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