El puente del Quemadero se ha convertido en uno de los
lugares emblemáticos de la ciudad. La zona recibe este
nombre a causa de ser el lugar donde se quemaban las basuras
de los legionarios. Sin embargo, en los años 40, se
construyeron las primeras viviendas. Mohamed lleva “toda la
vida” viviendo en el Quemadero. Con él está su familia, su
mujer y cinco hijos. Las obras del nuevo vial que enlazará
con la cárcel de Fuerte Mendizábal han roto sus sueños de
futuro. En menos de una semana han tenido que buscar un
alojamiento alternativo. “Nos da muchísima pena dejar esto”,
comentaba Mohamed. “Estamos acostumbrados a vivir aquí y mi
tío, por ejemplo, lleva aquí más de 50 años”. Su tío, de
nombre Mohamed, se acercó mientras EL PUEBLO hablaba con su
sobrino para manifestar su descontento y su desilusión. “Ni
siquiera se nos avisó de que comenzaban las obras y al
final, se puede ver con claridad lo que estaba pasando”,
continuaba el joven. “Los vecinos se encuentran destrozados.
Pasas toda la vida tranquilo en un lugar y de la noche a la
mañana te dicen que tienes que irte”, comentaba
apesadumbrado bajo el ruido ensordecedor de un generador de
electricidad. Este sonido les lleva acompañando desde hace
más de un mes, al igual que las máquinas que pasan una y
otra vez, todos los días de la semana.
Más de cincuenta años
Por su parte, Mohamed aseguró sentirse “discriminado”, pero
no ahora, sino “de siempre”. Este vecino lleva toda la vida
viviendo en el puente del Quemadero. Las huertas que
rodeaban las casas han desaparecido. Han dejado paso a una
montaña de tierra que ha llenado la vaguada. “Nos hemos
sentido amenazados porque nos han dicho que si nos quedamos,
viene la máquina y nos pasa por encima”, aseguraba. “No
somos cucarachas”, sentenció. “No queremos que nuestra
familia resida en un hotel de la Almadraba, es una casa de
citas”, resaltaba. “No se puede tolerar esta situación”. A
pesar de estar viviendo uno de los momentos “más difíciles”,
Mohamed recuerda con cariño los años que ha pasado en el
Quemadero. “Hemos residido en condiciones infrahumanas en
algunas ocasiones, pero lo he hecho muy contento”.
En el Quemadero, aseguran los pocos vecinos que ya quedan,
“nunca hubo peleas ni robos”. “Nunca hemos tenido ningún
problema”. “Estábamos contentísimos”. “Nadie ha venido a ver
si se movía el terreno o no”, continuó. Mohamed acompañó a
este diario por las viviendas. Un grupo de mujeres y niños
se preguntaba cuál será su futuro. Nasia y Latifa estaban
junto a los más pequeños del puente del Quemadero. “Antes
vivíamos muy bien, ahora mismo estamos fatal”, explicaban.
“Nos sentimos impotentes, si no hay otra solución...qué le
vamos a hacer, tendremos que irnos”. Algunos de los
residentes incluso han optado por vender algunas de sus
pertenencias para evitar tener que trasladarse con
demasiados bultos a sus alojamientos temporales. “Los
alquileres son muy caros”. Varios de los vecinos han
recibido una carta para trasladarse a “Cruz Blanca”,
comentaban con una sonrisa agridulce. “Con eso digo todo;
tengo que irme con mi niño allí”. “Me siento fatal”,
continuaba.
“Hasta que pusieron el generador, estábamos muy contentos”,
resaltaba una de las mujeres. “Nosotros vamos a salir antes
que el generador”, bromeaban, aunque, con muy pocas ganas.
En sus mentes están los recuerdos de una vida y el
nacimiento de sus hijos. “Como tenemos niños, nos dicen que
tenemos que irnos por su seguridad pero la inseguridad la
han creado ellos”. Aún les quedan fuerzas para hacerse una
foto para este diario. Sonríen porque, a pesar de todo, se
sienten tranquilos, van a seguir juntos aunque estén en otro
lugar. Mohamed mostró a sus vecinos algunas fotografías
antiguas. Su padre, sus historias, sus recuerdos... Todo
desaparece. Ochenta años. “Se dice pronto”. “Lo único que
queríamos era vivir en paz pero no nos han dejado. Para
ellos somos ‘don nadies’”- en referencia al Gobierno-. “Nos
hemos metido en su punto de mira y ya no hay forma de
echarse para atrás”. El que fuera antiguamente un poblado
legionario mantiene incluso “la fuente de agua, eso es una
joya que no se encuentra en muchos lugares”, resaltaba Nasia.
“Esto hace historia”, explicaba mirando fijamente a lo que
queda de las huertas y frutales que se podían ver con
anterioridad.
Tan sólo quedan unos pocos ‘valientes’ en sus viviendas. El
resto, ha tenido algo más de suerte y ha podido trasladarse
a casas de familiares, de Ceuta o de Marruecos, como fue el
caso de Mariam. “No nos ha llegado ninguna carta para
decirnos que teníamos que irnos aunque sí han venido
trabajadores sociales; eso sí, las cartas que dan de baja
los contadores de luz sí que han llegado”, aseguraron. EL
PUEBLO se despidió de estos quince vecinos deseándoles buena
suerte y esperando que encuentren un lugar en el que se
sientan tan a gusto y “tan felices” como han sido en el
Quemadero.
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