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OPINIÓN - VIERNES, 8 DE JULIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los gafes
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

De haber vivido Jaime Campmany, articulista del ABC y que yo leía con verdadero deleite, me habría dirigido a él para que me hubiera orientado sobre los gafes. Y es que don Jaime se daba mucha maña en descubrir a las personas especialistas en estropear cosas. Las que todo lo que tocan lo rompen y las que acaban por dejar sin funcionamiento lo que antes iba sobre ruedas.

Campmany, a ver quién es capaz de manejar la lengua española como él lo hizo, decía que todos sus conocimientos sobre las personas cuya presencia daban mala suerte, los había adquirido cuando estuvo destinado en Roma e hizo amistad con un experto en semejante ciencia: el profesor Occhipinti. Así que he hecho mis averiguaciones para contactar con él y me han dicho que el profesor falleció también hace ya su tiempo.

En fin, que mi gozo en un pozo. Y aquí me veo tratando de dar con los gafes que hay entre los concejales, con la escasa experiencia de la que dispongo para cumplir semejante misión. Eso sí, no esperen ustedes que cuando sepa algo mencione el nombre de los que llevan la mala suerte pegada al trasero. De modo que entonces hablaré de ellos como los gafes que habitan en el “City Hall”.

Los gafes existen en el Ayuntamiento, ya se lamentaba de ello Nuria Madariaga –por cierto, Nuria, cuidado con Iván Chaves, cuyo talento ha alcanzado la plenitud: el tío ha publicado que se sabe de memoria todas las leyes de Régimen Local. Ya hay que ser listo. Menudo bagaje intelectual. Todo un cráneo privilegiado. No sé como a Vivas no se le ha ocurrido ya distinguirle con alguna medalla-. Lo de los gafes municipales viene de lejos, y yo me he referido a ellos, en ocasiones.

La última vez que hablé de uno, lo tildé de manzanillo, que es un gafe especial; es decir, que su mala suerte jamás se ceba con él, sino que la padecen quienes lo rodean. Por lo tanto, hay que tenerle mucho respeto. Porque las víctimas del Fulano se quedan desvalidas durante mucho tiempo. Algunas no se recuperan en la vida.

Sin embargo, lo que está ocurriendo últimamente, o sea, que el Gobierno local esté metiendo el pinrel hasta el corvejón, un día sí y el otro también, es prueba evidente de que ha habido un choque poderoso entre gafes. Es, para que me entiendan, como cuando chocan las placas tectónicas y se produce un terremoto.

Las consecuencias de este choque entre tíos con mal bajío, aunque cada uno con su estilo correspondiente, está resultando fatal. Y si no se pone remedio a la situación, las cosas pueden ir a peor. A mucho peor. Quiero decir que habrá momentos en que la sala donde se celebran los plenos parezca mismamente el corral de la Pacheca.

Resumiendo: que a partir de ahora procuraré identificar a los gafes que hay entre los concejales del Ayuntamiento. Que pueden ser dos. Y trataré de descubrirlos por la mirada, por los andares, por el olor, pero sobre todo por la lógica. La lógica los denuncia.

Eso lo aprendí de Jaime Campmany. Quien a su vez lo había aprendido del profesor Occhipinti. Un profesor romano que no se cansaba de decir que los gafes son como los tontos, que no son ni buenos ni agradecidos; aunque encierran mucho más peligro. Un peligro sordo. Y del cual hay que cuidarse si uno no quiere quedar tocado de un ala toda la vida. Conviene tocar madera.
 

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