Juan Vivas ha estado ocho
años gobernando con mayoría absoluta. Lo cual me parece a mí
que será mucho más fácil que hacerlo con mayoría relativa.
Dado que ésta requiere más cacumen, más seriedad y más
sabiduría política. Durante ese tiempo, apenas existió la
oposición. La paz reinaba en la ciudad. En ocasiones, todo
era tan aburrido que se cumplía la cita de que “un buen
Gobierno es como una digestión bien regularizada: mientras
funciona casi no la percibimos”.
Tal era la calma, que a veces se agradecía que Mohamed
Alí hiciera público sus deseos de que la UDCE se
coligara con el PP o con el PSOE. Que así anduvo un tiempo,
cambiando de criterio como quien cambia de calzoncillos, el
ahora segundo dirigente de la coalición Caballas.
Bien es verdad que la tranquilidad reinante en aquellos
años, interrumpida por algún que otro sobresalto de tono
menor, se debía a las buenas relaciones que mantenían Vivas
y Gordillo. Quienes no desaprovechaban la menor
oportunidad para propalar que sus vidas políticas corrían
paralelas. Hermanadas por una idea y que era más o menos la
que expreso: “Un Gobierno no puede conformarse con no ser
ladrón sólo. Tiene que ser remediador de la pobreza,
generoso, con miras de futuro y, desde luego, cada cual debe
ser tratado socialmente de acuerdo con su conducta, mérito o
demérito personales, y no según aquellos factores aleatorios
que no son esenciales a su humanidad: raza, sexo, etnia,
clase social, etc.”.
¡Qué bonito, qué bonito, qué bonito!, decía un militante del
PP que estaba a mi vera, durante un acto celebrado en las
instalaciones del Casino, mientras aplaudía a rabiar las
intervenciones de Vivas y Gordillo, festejando el éxito
continuado del presidente de la Ciudad.
Pero, cuando menos se esperaba, ocurrió “El caso Gordillo”.
Y desde entonces, hace ya casi dos años, las cosas tomaron
un cariz diferente. Que si bien no ha impedido que Vivas
sacara otra mayoría absoluta sí ha hecho posible que éste
haya perdido puntos de apoyo en su partido. Hecho que
tampoco le supone muchos quebraderos de cabeza a un
presidente cuyo desgaste político, tras diez años de
Gobierno, apenas se ha dejado sentir.
Ahora bien, lo peor viene ahora. Y es así porque la
oposición ha cambiado. Y, aunque Vivas sigue atesorando una
mayoría absoluta, ésta no le va a permitir gobernar con la
misma facilidad que lo ha hecho durante los años anteriores.
En absoluto.
Tendrá problemas. Problemas que ya salieron a relucir en el
último Pleno. Donde el comportamiento de los concejales de
Caballas estaba destinado a sacarle de quicio por medio de
un comportamiento irrepestuoso. Pues los tales consideran
que la prudencia de Vivas es más bien pusilanimidad. Y
yerran. Porque hay una simplicidad que es virtud y una
simplicidad que es ingenuidad. La primera de las virtudes
cardinales es la prudencia y la prudencia evita ser ingenuo
o pusilánime.
Así que el presidente de la Ciudad, prudente donde los haya,
cuando los de la oposición vuelvan a las andadas, deberá
tener presente que lo que persiguen es provocarle para que
recurra a los miembros de la Policía Local. Lo cual sería un
error. Eso sí, está obligado a demostrar su autoridad. Pues
no en balde cuenta con la autoridad de los votos y el afecto
de la gente. Hasta ahora.
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