Cuentan de Lope de Vega que al escuchar un cantarcillo que
decía: “Por la noche lo mataron al caballero, la gala de
Medina, flor de Olmedo...” le inspiró su célebre novela “el
Caballero de Olmedo”.
Y habrá millones de historias que han ido inspiradas por un
acto aparentemente sencillo.Una cosa parecida ha ocurrido en
la transformación de mis ideas y pensamientos. El
fallecimiento de un musulmán que tenía un modesto negocio de
cambio de divisas, que le había proporcionad una gran
riqueza, fue el motivo.
Una pregunta o comentario, que sin venir a cuento le hice a
sus sustituto, quien fue el que me dio la noticia motivó su
respuesta. La pregunta fue: ¡Con el dinero que tenía!. Y la
respuesta “No, no tiene ningun dinero, ni nada”. ¡Ya se ha
muerto!
Esta contestación sencilla y rotunda, en aquel momento me
despertó del sueño apacible y sosegado que yo gozaba en el
devenir de mi vida. Empecé a darme cuenta de la brevedad de
la vida y la tragedia ineludible de la muerte. El
fallecimiento de mi esposa, hace poco tiempo, me ha
confirmado plenamente mis dos pensamientos anteriores.
Y absorbido por estas ideas recordé a diversos escritores
que, de una forma u otra, han dedicado sus escritos al
tratamiento de la PARCA, con que se conoce poéticamente la
muerte.
Recordé a Calderón de la Barca, en “La Vida es Sueño”...
?Qué es la vida?
La vida es frenesí, un sueño, una ficción, etc.etc. Es
asombroso que la muerte de una persona, que no es anécdota,
porque ocurre diariamente muchísimas veces en el mundo, ha
servido en un solo caso para cambiar las coordenadas que
sostenían mi existencia. A partir de este suceso me he hecho
filósofo en su sentido estricto, intentar buscar la verdad.
La primera deducción que obtengo es que el hombre vivie de
su muerte, porque no es más que el itinerario seguro hacia
ella. Y esta filosofía cuyo fin, también, es buscar la
sabiduría, me ha traido al recuerdo aquellos escritores que
de una manera u otra trataban en sus poemas el tema de la
muerte.
Recordaba los versos de Santa Teresa de Jesús “... Porque al
final de la jornada, aqel que se salva sabe el que no, no
sabe nada...”
Vino a mi mente, igualmente Jorge Manrique, en la Coplas a
la muerte de su padre: “... Recuerde el alma dormida, avive
el seso y despierte, contemplando como se pasa la vida, como
se viene la muerte, tan callando...”
Y remeoré los bellos versos de Francisco de Rioja,
describiendo lo fugaz que es la vida de las flores y sobre
todo, de la rosa que es la que pone de ejemplo en su silva
famosa:
Pura, encendida rosa,
émula de la llama
que sale con el día.
¿Cómo naces tan llena de alegría,
si sabes que la edad que te da el cielo
es, apenas, un breve y veloz vuelo?
Y no valdrán las puntas de tu rama
ni tu púrpura hermosa
a detener un punto
la ejecución del hado presusora.
El mismo cerco alado,
que estoy viendo riente,
ya temo amortiguado,
presto despojo de la llama ardiente.
Para las hojas de tu crespo seno
te dio Amor de sus alas blandas plumas
y oro de su cabello dio a tu frente.
Toda metamorfosis que ha sufrido mi mente, me ha hecho
intentar, a mi manera, explicarme el motivo de mi existencia
de la forma más racional posible. Y lo primero ha sido
dirigirme hacia Jesús de Galilea, como persona, ya que para
Benedicto XVI es la figura que hizo saltar en la práctica,
todas las categorías disponibles y, que no se puede entender
la persona de Cristo sin partir del misterio de Dios, que es
tan grandioso que no nos cabe en la razón humana su
explicación.
Después de la existencia de Dios como principio jerárquico
de todas mis tribulaciones, creo que hay que releer muchos
libros clásicos qe te ayuden a recordar principios básicos
de nuestra educación, que para aquellos pensadores no es la
modificación de las ideas y de los hábitos que los hombres
experimentan durante su vida lo que hay que hacer, sino que
hay que tener para realizarlo un tacto prudente hasta el
momento en que nuestra alma ha moderado la inteligencia y
los hábitos morales para que quede constituido y fortalecido
nuestro talento y nuestro carácter.
Muchos escritores de la antigüedad reconocieron a
Jesuscristo como la figura cumbre de la pedagogía de la
humanidad. Y lo veían en la sencillez de sus principios y de
sus actos. Rescató a los hombres de la esclavitud, exigió
respeto para la dignidad de estos. Hizo a los labriegos
filósofos al predicarle un Dios salvador igual para todos.
Elevó el matrimonio a la categoría de sacramento e inculcó a
la familia, padres, madres o hijos de una sagrada
excelencia, que por desgracia se ha perdido a consecuencia
de las continuas modificaciones en ideas y hábitos que los
educadores actuales han implantado.
Es necesario rescatar antiguas costumbres aunque piensen los
modernos pedagogos que no puede haber retroceso en la
educación, como si ésta fuera una ciencia exacta e
inequívoca.
Hace tiempo leí un párrafo de una epístola atribuida a San
Bernardo, que decía, entre otros temas: ... “No levantes la
mano a tu hijo o a tu hija, sino enséñales, desde su
juventud, el temor de Dios y el RESPETO A LOS MAYORES”...
Para ir finalizando este escrito en el que he expuesto parte
de mis ideas sobre la vida y la muerte que me han brotado
casi espontánea, quiere recordar que me ha servido de
espuela la cercanía del día cinco de julio próximo que se
cumplen dos años del fallecimiento de mi adorada esposa, y
no tengo dudas, como dije antes, que su recuerdo ha sido la
palanca que ha removido mis sentimientos... A ella quiero
dedicar el resto de lo que me queda por escribir para
finalizar este trabajo.
Querida Tere: Ya son dos años de tu ausencia corporal, digo
corporal, porque tu espíritu me acompaña siempre. Esas
conmigo en misa, escucho los latidos irregulares de tu
bondadoso corazón, siento el calor de tus manos, y como si
estuvieras a mi lado te doy la paz y te dirijo la
contestación del beso soñado que me dabas en la mejilla
cuando nos concedíamos mutuamente la paz.
¡Qué solo me dejastes, Tere! ¡No sé como puedo vivir sin tí!
Eras tan extraordinaria persona, que tengo que repetirte que
si en vida eras mi fuerza y mi sostén, en la actualidad,
eres mucho más desde la santidd que disfrutas en el Cielo.
Yo se que escuchas mis plegarias¡
¡Ayúdame Tere! Por que sin tu ayuda no soy capaz de caminar
por este mundo que lo veo lleno de tinieblas.
Quiero recordarte parte de un poema que me inspiraste hace
tiempo, porque me sirve de desahogo y bálsamo para detener
el torrente de lágrimas que salen de mis ojos resbalando en
mis mejillas. Ya te decía entonces: “El recuerdo de tu
sonrisa y tus caricias me producen, además de la iluminación
de mi rostro, una ternura inagotable en mi ánimo.
Quiero reflejarte el manantial de mi amargura y que me
ayudes a no caminar por sendero equivocado.
¡Qué difícil es, sin tí, mi triunfo en el incierto devenir
de cada día en el emblema de la infinitud que me rodea!
¡Qué secreto! Impresionar la bondad de tu alma invisible.
¿Qué burril gravó la bondad de lo divino en tí ?
¿Dónde estás mi Dios que tropiezo en tu clemancia?
¿Por qué Señor me niegas tu sosiego?
¿Por qué me arrancaste la cepa que daba luz a mi vida?
¡Inyéctame Señor en el tallo vetusto de mi ser la luz
radiante de tu soplo!
¡Guíame Señor en la terrible soledad que me arrebata!
¡Alúmbrame la negrura insondable de mi pena!
¡Haz que tu atorcha aclare mi camino!
¡Búscame la salvación con tu clemencia!
¡Eleva mis ojos que encuentren tu mirada!
¡Dadme la claridad que necesito de recibir la paz de tu
Enviado!
¡Y Señor, por piedad, concédeme la gracia de estar junto a
mi amada!
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