El 22 de junio pasado, escribí una
columna en la que destacaba el detalle tenido por Antonio
García Gaona, presidente de la Federación de Fútbol de
Ceuta, al presentarme a Vicente del Bosque, cuando
éste enfilaba sus pasos hacia el comedor del Hotel Tryp.
Detalle de cortesía que yo aprecié en su justo valor y así
lo expuse en este espacio. A partir de ese momento, muchos
lectores, que los tengo, han creído ver en lo escrito por mí
la mejor manera de hacerle la rosca a García Gaona para que
éste olvide las muchas veces que le he dicho la necesidad
que tiene de hacer una auditoría que nos muestre que los
dineros manejados por la FFCE han sido tan bien gastados
como justificados.
Y, claro, ante la imposibilidad de ir contándoles a mis
lectores, uno por uno, que no es así, he decido volver a la
carga. A la carga para pedirle a García Gaona que no tiene
más remedio que hacer esa auditoría que le he venido
reclamando durante varios años. Sin el menor éxito.
Y ha sido así, porque el presidente de la FFCE ha hecho lo
que suelen hacer los dirigentes que saben, sobradamente, que
no están en condiciones de afrontar una revisión exhaustiva
de la contabilidad de un organismo donde las cuentas son las
del Gran Capitán. Cuentas demagógicas. Cuentas arbitrarias y
mal justificadas. Desde los tiempos de Maricastaña.
En la Federación de Fútbol de Ceuta ha primado siempre un
desorden enorme en los dineros que entraban y salían. Me
consta que a veces se han pagado soldadas donde el receptor
firmaba la entrega de dinero en una servilleta. Y así podría
seguir contando situaciones grotescas ocurridas en un
organismo que ha venido recibiendo subvenciones a tutiplén.
Subvenciones mal empleadas y nunca justificadas, porque por
encima de esa necesidad se erigía el poder de alguien que
estaba al frente de la federación y que estaba considerado
como si fuera el inventor de la gasolina. Y ante ese poder
no había nada que hacer. Pues cualquier intento de pedir
explicaciones era respondido con críticas acerbas contra el
columnista. Con el ánimo de hacerle ver que estaba metiendo
las narices en terreno prohibido.
Pues bien, en cuanto García Gaona fue nombrado presidente,
el columnista no tuvo el menor reparo en recordarle que su
primera actuación era, sin duda alguna, hacer una auditoría
con el fin de quedar libre de las sospechas de haber formado
parte de un juego sucio que está en nuestro conocimiento y
que, más pronto que tarde, saldrá a la luz pública. Por más
que a quien escribe le duela lo indecible participar en esa
denuncia.
Pero en esta vida, y debido a que cada cual debemos velar
por nuestros intereses, no hay más remedio que dejar el
corazón a un lado a la hora de proceder como mandan las
circunstancias. Así que no nos va a temblar el pulso a la
hora de actuar con la frialdad que el caso de la Federación
de Fútbol de Ceuta merece. Eso sí, cuando aquí se decida
enumerar las trampas posibles que hay en las cuentas de la
Federación, lo demás vendrá por añadidura.
Lo demás es que recibamos llamadas angustiadas, tachándonos
de no haber tenido piedad de quienes empezarán a decir que
ellos sólo han cometido errores de humanos. Aunque seguirán
en sus trece de no auditar las cuentas del organismo.
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