JORGE G.P. 49 años: Yo venía de un
Colegio de Villa Manrique (Ciudad Real), donde realicé mis
primeros estudios (cursos). El resto los hice en el
“Convoy”. Fue una de las etapas más bonitas de mi vida,
donde había una magnífica relación entre todos los alumnos y
alumnas. También con nuestros maestros y maestras.
Voy a contar un hecho, del cual guardo una dolorosa
experiencia: En mi grupo se encontraban dos hermanos, que
destacaban por su rebeldía, y organizaron una especie de
‘huelga’, con la participación de todo el grupo, que
firmamos un “documento”. La protesta era contra la profesora
de Ciencias Sociales, porque nos ponía muchos exámenes y
estábamos agobiados. La cara de la profesora cambió al
recibir el “manifiesto”. Yo, en particular la vi afectada,
recorriendo por todo mi ser la sensación de arrepentimiento.
La profesora intentó conocer a los ‘cabecillas’ de la
‘movida’. No lo consiguió. Mis compañeros, promotores de la
‘levantada’ fueron unos pioneros de la ‘revueltas’ en las
aulas.
Otro hecho destacado fue el derribo del ‘muro de la
vergüenza’, que dividía el Colegio en dos, para separar a
los chicos de las chicas. Fui testigo presencial de la caída
anacrónica de la separación. Yo, entusiasmado, exclamé:
¡Vivan las clases mixtas!
TURIA A.A. 49 años: Mi trayectoria escolar primaria
transcurrió íntegramente en el “Convoy”. Nuestro centro era
un lugar de convivencia, donde no existía ningún tipo de
discriminación. Sólo la Religión nos separaba, con gran
respeto y tolerancia. El Colegio me llegó a marcar muy
positivamente. Guardo gratísimos recuerdos. Tanto es así,
que a la hora de elegir centro escolar para mis hijos, no
tuve la menor duda: ¡Mi Convoy! Mis dos hijos mayores
estudiaron en él. El menor, iría a otro Centro.
En mi larga trayectoria en el Colegio, serían muchas las
anécdotas que podría contar, pero me quedo con el momento en
que se decide la implantación del uniforme escolar. En
principio fue muy acogido. Alumnos y alumnas nos vimos
transformados. Pero, por corto tiempo, ya que empezaron a
presentarse los primeros problemas. Al formar filas, para
entrar en las aulas, ya se veía que parte del alumnado no lo
traía. Eran aquellos casos en que sólo se disponía de un
uniforme. Cuando se lo lavaban, y si el tiempo no
acompañaba, no tenían más remedio que presentarse en el
Colegio con otra vestimenta. Creo recordar que había mucha
flexibilidad para dejarnos acceder a las clases.
Transcurridos unos años, desapareció.
PEDRO O.N. 49 años: Yo estudié en el antiguo “Convoy”, hoy
denominado “Santiago Ramón y Cajal”, en una época donde el
objetivo prioritario era conseguir el Graduado Escolar que,
gracias a mis esfuerzos, conseguí. Eran unos tiempos
distintos a los actuales. Nosotros éramos unos alumnos muy
responsables, obedientes y respetuosos. El respeto a los
demás era fundamental.
Yo era un alumno comprometido. Quizás no brillaba como
deseaban los míos, pero lograba sacar adelante las
evaluaciones. Por cierto que mi padre me exigía que le
sacara un “sobresaliente”, nota que estaba reservada para
los “empollones”. Pero yo quise dar satisfacción al autor de
mis días y cogí un sobre, lo metí en un libro y lo saqué un
poco. Y le dije: Ahí tienes un ‘sobre-saliente’. La cosa
tuvo gracia y mi padre sí que consideró que era un
“sobresaliente”, por mi ocurrencia.
Lo que sí conseguí fue, aunque laboriosamente, el deseado
Graduado Escolar, lo que me permitió iniciar mis estudios de
Bachillerato, que no pude finalizar, quedándome en 2º Curso,
por lo que, con 17 años, ingresé en el Ejército, donde
permanezco en la actualidad.
ABDELILAH A.L 49 años: Inicié mis estudios en el “Convoy”,
pero no llegué a obtener el Graduado Escolar. No terminé,
mis estudios, porque mi hermano enfermó de corazón, y no
tuve más opción que salir del colegio para ayudar en la casa
y todos salir adelante con el problema de la enfermedad de
mi hermano.
Recuerdo dos hechos significativos: Ya en 6º curso, en un
examen de Matemáticas me sorprendió el profesor copiándome.
Al menos eso fue lo que entendió el profesor, porque lo que
ocurrió, en realidad, fue que estuve charlando con mis
compañeros. Me llevó de inmediato a la Sra. Directora,
porque todos los problemas que surgían en el Colegio tenían
que pasar por ella. No recuerdo el castigo que me impuso. El
otro fue que al salir al recreo, en una ocasión, al no
disponer de balón para jugar el partidillo ‘reglamentario’,
se nos ocurrió apoderarnos, momentáneamente, de uno de los
balones que se guardaban en un armario que había en el
sótano del colegio. Echamos nuestro partido y repusimos el
balón, pasando desapercibidos.Encontrándome ya fuera del
Colegio, haciendo grandes esfuerzos asistí a una clase de
adultos y me preparé para conseguir el Certificado de
Estudios Primarios. ¡Lo conseguí!
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