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OPINIÓN - DOMINGO, 3 DE JULIO DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

El fiscalizador de conductas tiene que estar limpio como la patena
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Doce de la mañana. El sábado es caluroso. Incluso promete que la temperatura aumente. Así que comienzo a pensar en lo bien que me vendría irme a la piscina y pasarme allí el tiempo justo para darle rienda suelta al ocio que me pide el cuerpo.

Mas de pronto, una mirada a los anaqueles donde se amontonan los libros que con tanto esfuerzo he podido reunir, me hace fijarme detenidamente en “Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados”; título del último libro de José Antonio Labordeta. Accedo a él y me pongo a leerlo por segunda vez. Eso sí, cuando me quiero dar cuenta ya se me ha pasado la hora de ir a la piscina.

Labordeta fue un político sincero, amable y tan culto como capaz de hacernos reír con sus intervenciones. En realidad, Labordeta les caía muy bien a los españoles en general. El político de la mochila, que así era conocido, despertaba simpatías a raudales. Ya no quedan políticos así. Los políticos últimamente son muy aburridos. Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz, no cesa de airear que son los más aburridos del mundo. Y les recomienda que digan las cosas con más gracia. Aunque la situación no esté para risas.

Los políticos hablan con lengua de serpiente. Comenta un conocido mío. Y lo hace, a cada paso, sin cortarse lo más mínimo ante la presencia de cualquiera de ellos. El descrédito de los políticos va en aumento. Cada vez gozan de menos respeto, según propalan las encuestas. En las que se ha llegado a decir que “los políticos son para los españoles más problema que el terrorismo y la inmigración”.

Los ciudadanos se ponen frenéticos ante el poder disparatado de los partidos. Y suelen levantar la voz para denunciar la enorme distancia que hay entre los votantes y los que mandan. La indignación de la gente es cada vez mayor y, por tanto, la denuncia es cada vez más airada cual persistente: “Los políticos españoles sólo trabajan en beneficio de sus partidos, clientes y componendas que les reporten beneficios”.

Los protestantes dicen que las almas se salvan por la fe. Ahora bien, la fe sin obras es fe muerta. De modo que, al paso que vamos, en los políticos nada más creerán todos los que viven mamando de las ubres de quienes gobiernan.

Así que hemos llegado al siguiente extremo. “Si tienes trabajo la gente se pregunta quién te habrá recomendado”. Si estás en la televisión, piensan ¿quién le habrá enchufado?” Así funciona el país. Es lo que suele ocurrir, según Roberto Saviano, escritor italiano, amenazado por la mafia, cuando un país lleva muchos años sin tener derechos garantizados.

Por consiguiente, cada vez se hace más necesario fiscalizar a quienes gobiernan. Fiscalizar es verbo transitivo. Y significa controlar a una persona o cosa, o ejercer una vigilancia crítica sobre ella. He aquí un ejemplo: “Me informa el almirante Nieto, segundo jefe de la Casa Militar, que expuso al Caudillo el deseo de muchos procuradores en Cortes de interpelar a los ministros y fiscalizar sus conductas”.

Los concejales de Caballas están en su perfecto derecho de fiscalizar las conductas de los del Gobierno. Siempre y cuando antes hayan tenido ellos un comportamiento intachable en el ejercicio de sus cargos. No es el caso de su estrella política.
 

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